Reino Unido 2012 158 min.
Dirección Tom Hooper Guión William Nicholson, Alain Boublil, Claude-Michel Schönberg y Herbert Kretzmer, según el musical de Boublil y Schönberg basado en la novela de Victor Hugo Fotografía Danny Cohen Música Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil Intérpretes Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Helena Bonham-Carter, Eddie Redmayne, Aaron Tveit, Sacha Baron Cohen, Samantha Barks, Daniel Huttlestone, Colm Wilkinson Estreno en España 25 diciembre 2012
Desde la mastodóntica adaptación que hizo Raymond Bernard del clásico de Victor Hugo en 1933 hasta la que dirigiera Bille August en 1998 con Liam Neeson y Geoffrey Rush, son muchas las versiones que se han realizado de este título imperecedero de la literatura universal, pasando por el clásico de Richard Boleslawski de 1935 con Fredric March y Charles Laughton, El inspector de hierro de Lewis Milestone de 1952 con Michael Rennie, la que protagonizó Jean Gabin en 1958, Lino Ventura en 1982 dirigida por Robert Hossein, o la adaptación libre y pedante de Claude Lelouch de 1995, titulada aquí Testigo de excepción y con Jean-Paul Belmondo dando vida a Jean Valjean. También para la televisión se ha abordado varias veces, con Gerard Depardieu en 2000 o Anthony Perkins como Javert en 1982. Con mayor o menor acierto han plasmado en imágenes el universo decadente y miserable que pintaba el genial escritor francés de su época, algo que precisamente en estos tiempos en los que la lucha por mantener nuestros derechos adquiridos así como el tan merecido estado de bienestar hubiera venido muy bien refrescar vía esta nueva y espectacular adaptación. Sin embargo al hacerse a partir del musical que lleva triunfando en Broadway, el West End londinense y muchos otros escenarios del mundo desde mitad de los 80, pierde gran parte de su efectividad y su fuerza. Y es que en la adaptación de Schönberg y Boublil queda bastante desdibujada la relación entre el protagonista Valjean y su antagonista Javert, una suerte de baile entre duelistas en el que la obsesión del segundo por el cumplimiento estricto de la ley irá influyendo dramáticamente en las vidas de diversos personajes enredados en una miserable época de hambruna y enfermedad en la que las clases pudientes machacaban sistemáticamente a las débiles amparándose en leyes lamentables y una justicia execrable. Todo un material que exige un tratamiento profundo y concienzudo y que sin embargo queda indefinido sobremanera en la partitura de los autores franceses, centrada más bien en episodios folletinescos y sentimentales. Toda la significativa e imprescindible primera parte de la novela es despachada en el musical en apenas diez minutos, mientras batallas y enfrentamientos entre estudiantes y ejército, sin explicación clara y contundente de cuáles sean las motivaciones, ocupan gran parte del largometraje, haciéndolo interminable. La música es un tour de force continuo con el que plantear al público una sucesión de melodías que parecen querer ir eclipsando unas a otras, si bien al final entre las más aplaudidas se encuentran I Dreamed a Dream y Empty Chairs at Empty Tables. Hasta aquí el análisis somero de un musical por parte de quien acaba de descubrirlo con esta adaptación cinematográfica. Tras un gran triunfo en los Oscars, como fue el de El discurso del rey, lo habitual es que a su director se le encargue un gran proyecto. Tom Hooper se ha limitado sin embargo a ponerle buena caligrafía a la traslación al cine de este puntal del musical moderno, aprovechando los enormes recursos técnicos y artísticos que se han puesto a su disposición. Hubiera sido sin embargo más deseable algo de ingenio y personalidad, mayor profundidad en el tratamiento de personajes y situaciones, y un manejo más hábil y sofisticado de la cámara. Al final sus más de dos horas y media de duración se resienten mucho. El reparto se esmera a la hora de cantar, pero no dan la nota. Ni Jackman, al que creíamos más dotado para el musical desde que nos sorprendiera en montajes como Oklahoma, ni Crowe consiguen sobresalir en la tarea, mientras Hathaway decepciona en su doliente interpretación del tema que popularizara Susan Boyle. Más correctos Bonham Carter y Baron Cohen en papeles grotescos en los que nos parece haberlos visto ya antes. Redmayne, al que vimos el año pasado en Mi semana con Marilyn, y Seyfried cumplen; aunque seguramente la auténtica revelación sea la desconocida Samantha Barks. Anne Dudley logra un trabajo competente como orquestadora, y Paco Delgado (Biutiful, Blancanieves, La piel que habito) puede celebrar haber entrado en Hollywood por la puerta grande con un trabajo de vestuario exigente y muy elaborado. Extenuante, carente de la emoción y la intención de un clásico que siempre es un referente, más hoy en día, este nuevo musical acaba ciertamente decepcionando. Apuntar finalmente que haber doblado sus limitadísimas partes habladas resulta ciertamente ridículo, pero al menos agradecemos que no hayan doblado las irregulares voces de los protagonistas con las más educadas de, por ejemplo, el elenco teatral español. Si quieren emocionarse con la narración de Hugo, con un lenguaje sencillo, esmerado y lleno de simbología, lo mejor es dejarse seducir por la modélica versión de 1935, aunque un musical es siempre bienvenido, y más en estas fechas. Con un adecuado uso del lenguaje cinematográfico e ingeniosos recursos plásticos, hasta lo grotesco y desagradable puede resultar fascinante y motivador; Hooper no lo ha logrado con su discutible propuesta.
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