Íñigo Sampil |
Una de las más destacadas virtudes que tienen estos conciertos matinales de cámara son sus exquisitos programas. Hay que celebrar el esfuerzo que supone trabajar estas piezas y que el resultado esté a la altura de conjuntos especializados; no hay que olvidar que los y las músicos de la Sinfónica trabajan en formación orquestal, sin la misma disciplina y complicidad que caracteriza a los conjuntos camerísticos, un género que sólo cultivan puntualmente y con distintas compañías.
Aprovechando la representación estos días de Don Giovanni, el programa giró sobre piezas del genio salzburgués transcritas para cuerda y piano, instrumento con el que tuvimos la oportunidad de comprobar la habilidad del director del Coro del Maestranza, Íñigo Sampil. Gracias a su oratoria supimos que en el cuarteto Non ti fidar, o misera de Don Giovanni las voces fueron oportunamente sustituidas por los timbres de la cuerda, dando como resultado una versión equilibrada aunque algo apagada. Completada con las otras dos óperas con libreto de Lorenzo Da Ponte, más enérgica y en estilo estuvo el aria Non più andrai de Las bodas de Fígaro, que también suena, como broma musical, en Don Giovanni. Mientras estas dos cumplían la tradición ambiental propia de las orquestas de salón, la adaptación de José Manuel Delgado, hecha ex profeso para este concierto, de Soave sia il vento de Cosí fan tutte, que Susana Fernández dedicó dulcemente a desearnos fortuna en nuestro devenir, merece más ser paladeada como obra singular e independiente, disfrutando además de una interpretación exquisita.
El mayor interés del programa residió en los dos quintetos elegidos, el primero transcrito por el propio Mozart a partir de su Serenata para ocho instrumentos de viento K388 para ofrecerlo en suscripción junto a sus dos grandes quintetos K515 y 516. Su tonalidad en Do menor da idea del sentido trágico y heroico de la partitura, que los músicos defendieron con sentido de la austeridad y del rigor contrapuntístico, aunque si bien confesaron recibir consejo del joven maestro ruso Maxim Emelyanychev que dirige estos días en el foso del Maestranza, evidenciaron haber ensayado con anterioridad, sin asumir del todo los rigores de la interpretación históricamente documentada, abuso del vibrato incluido. El carácter más amable y relajado del Quinteto K452, original para piano y viento, recibió un tratamiento refinado, con un perfecto diálogo concertante y una considerable variedad cromática.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 24 de noviembre de 2014
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