domingo, 30 de noviembre de 2014

CARLOS RAFAEL MARTÍNEZ ARROYO EN SEVILLA: CUADERNO DE TAREAS CUM LAUDE

Ciclo Jóvenes Intérpretes. Carlos Rafael Martínez Arroyo, violín. Ángel Andrés Muñoz Márquez, piano. Programa: Sicilienne de Locatelli; Sonata Op.30 nº7 de Beethoven; Poème de Chausson; Adagio de Corelli/Busch; Introducción y Rondó Capriccioso de Saint-Saëns; Fid'l de Cervelló; Introducción y Tarantella de Sarasate. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, domingo 30 de noviembre de 2014

No hay duda de que Carlos Rafael Martínez Arroyo tiene un talento innato para la música. Es prácticamente un chiquillo que sólo dos años después de comenzar sus estudios ya se enfrentaba a públicos, premios y el concierto de Mendelssohn junto a la Orquesta de Córdoba. Con un agotador programa bajo el brazo para demostrar sus habilidades como si fuera un examen o un cuaderno de deberes, el joven superó la prueba y dejó constancia de su capacidad no sólo para interpretar sino para aprender y mejorar hasta alcanzar la excelencia absoluta y una actitud que refleje más entusiasmo y fusión con el instrumento en el futuro.

Tras una Sicilienne de Locatelli de mimbres ariosos y un marcado carácter melancólico, como también atacaría más tarde el breve Adagio de Corelli en versión romántica de Adolf Busch, el violinista se atrevió con una obra mayor como es la Sonata Op.30 nº 7 de Beethoven con resultados irregulares. Faltó brío, musculatura y vivacidad, así como sentido de la plasticidad en el Adagio cantabile; hasta que llegó un Allegro final cargado de ritmo, incisividad y clima heroico que nos predispuso para una segunda parte tan satisfactoria como sorprendente.

En ella ofreció una sucesión de piezas planteadas para el lucimiento, que abordó de memoria y con evidente dominio técnico, sobrado de virtuosismo y agilidad. Arpegios rápidos, staccati, saltos, adornos y complicadas articulaciones que salvó con matrícula de honor. Consiguió incluso evocar todos los referentes del Poème de Chausson, Tristán e Isolda y Debussy incluidos, alcanzando una atmósfera opresiva cargada de pasión. Se enfrentó a Saint-Saëns y Sarasate con equilibrio, brillantez y espontaneidad, e incluyó seguramente influido por su maestro Gonçal Comellas unas Variaciones sobre un tema hebreo de Jordi Cervelló impecables, incluso un difícil efecto silbante casi al final. Cuando como propina repitió junto a Muñoz Márquez, pianista también cordobés, polifacético aunque de escritura más bien gruesa, el scherzo de la sonata de Beethoven, había sobrepasado nuestras expectativas y ya sin prejuicios nos sonó mucho mejor.

Versión extensa del artículo publicado en El Correo de Andalucía el martes 2 de diciembre de 2014

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