Taiwán-China 2015 105 min.
Dirección Hou Hsiao-Hsien Guión Hou Hsiao-Hsien, Chu Tien-Wen, Hsieh Hai-Meng y Acheng Zhong, según un relato de Pei Xing Fotografía Mark Lee Música Giong Lim Intérpretes Shu Qi, Chang Chen, Satoshi Tsumabuki, Ethan Ruan, Nikki Gsieh, Ni Dahong, Zhang Shijun, Michael Chang, Jiang Wen Estreno en el Festival de Cannes 21 mayo 2015; en China 27 agosto 2015; en Taiwán 28 agosto 2015; en España 27 noviembre 2015
Prueba evidente de que Occidente no ha sido capaz de absorber la cultura oriental de la misma forma que éstos sí han sucumbido a la colonización cultural del oeste, son películas o productos artísticos como éste, un trabajo absolutamente indigerible y dificilísmo de comprender. Es más, si no fuera porque se asiste habiéndose leído la sinopsis previamente, sería prácticamente imposible entender qué es lo que nos quiere contar el prestigioso director de El maestro de marionetas y Millennium Mambo. O eso o es que uno es un irredento zoquete. A nadie escapa que la historia de esta asesina especialista en artes marciales pertenece a una filosofía y una manera de entender la vida y el mundo muy arraigada a la cultura china, donde la realidad y la irrealidad, los fantasmas y las presencias sobrenaturales son tan tangibles como las físicas; las diferencias de clase en el Medievo son también una constante a la que no es ajena esta cultura y donde la tiranía ejerce una presión sobre el pueblo tan grande que a éste no le queda margen para pensar y reflexionar, lo que abandona a las manos de los más poderosos las intrigas, traiciones y misterios que acaban protagonizando la política dominante. El problema es que la cadencia, el ritmo, la narrativa es tan parsimoniosa y exige tanta dedicación y paciencia al espectador que la película acaba siendo sumamente aburrida. Celebrar sus valores estéticos, sin lugar a dudas toda una gozada para los sentidos, queda un poco pobre como justificación para tan pedante y soporífero ejercicio de estilo. Su hermosísima fotografía, maravillosos colores y perfectos encuadres, se conjugan con una utilización del sonido ambiente embriagadora, pero todo al servicio de un espectáculo lento e ininteligible. Más sorprende sin embargo que el Festival de Cannes se fijara en su música y la premiara, prácticamente inexistente y con un tema final de chocante inspiración celta; también allí logró el premio al mejor director.
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