Corea del Sur 2018 148 min.
Dirección Lee Chang-dong Guión Lee Chang-dong y Jungmi Oh, según una historia de Haruki Murakami Fotografía Kyung-Pyo Hong Música Mowg Intérpretes Yoo Ah-In, Yeun Steven, Jeon Jong-seo, Gang Dong-won, Seung Geun Moon Estreno en Festival de Cannes 16 mayo 2018; en Corea del Sur 17 mayo 2018; en España 19 octubre 2018
Desconcierta cómo sistemáticamente la perturbación humana fascina a tantos realizadores, y el aclamado Lee Chang-dong no es una excepción. Basada en una historia del escritor más influyente de la literatura japonesa actual, Haruki Murakami, de cuyas adaptaciones al cine destaca Tokio Blues (Norwegian Wood) de Tran Anh Hung, Burning parte precisamente de esa premisa. Un joven permanentemente desnortado y desorientado conoce a unos personajes con los que parece establecer una relación tipo Jules y Jim de Truffaut, pero encaminada irremediablemente a la tragedia. Todo conduce a pensar que se trata del análisis de una personalidad autista y hasta cierto punto esquizofrénica, procurando que adoptemos su punto de vista y nos sumerjamos en una confusión permanente entre ficción y realidad. Todas las películas de Chang-dong, de entre las que Poesía es la más conocida en nuestro país, necesitan sobrepasar generosamente las dos horas para contar sus historias. Una dilatación que exige mucha paciencia por parte del espectador medio, que comprueba no obstante que no pasa mucho ante sus ojos, que se trata más de analizar una personalidad concreta que nos acerque a los demonios del alma que de contarnos una trama con su consiguiente evolución. Tres jóvenes se prestan así a protagonizar una crónica sobre el desamparo y la desubicación, con frustraciones varias que abarcan incluso la identidad de un país que no siente empatía con los de su entorno (Corea del Norte o China son objeto de este análisis de forma pasajera y aislada), para finalmente acabar exorcizando esas inquietudes de forma violenta y extrema. En medio tres personajes, dos hombres que parecen desear a la misma mujer, quien después de bailar semidesnuda la música de Miles Davis para Ascensor al cadalso de Malle, otro clásico francés sobre la perdición y frustración sentimental, prácticamente desaparece de escena. A partir de entonces se intensifica el supuesto morbo e inquietud que el realizador pretende mostrar en pantalla, y con el que emular el universo entre surrealista y perturbador que ofrece Murakami en sus relatos. La operación se revela no obstante insufrible en sus planteamientos y tediosa en términos generales, lejos de la fascinación que muchos confiesan experimentar con ella.
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