domingo, 20 de enero de 2013

DJANGO DESENCADENADO Western vintage

Título original: Django Unchained
USA 2012 165 min.
Guión y dirección Quentin Tarantino Fotografía Robert Richardson Intérpretes Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Kerry Washington, Samuel L. Jackson, Walton Goggins, Dennos Christopher, Don Johnson, James Remar, James Russo, Franco Nero, Russ Tamblyn, Don Stroud, Nichole Galicia, Laura Cayouette, Jonah Hill, Ted Neely, Quentin Tarantino Estreno en España 18 enero 2013

Tarantino insiste en revisitar géneros cinematográficos algo olvidados, como el black explotation en Jackie Brown, las artes marciales en Kill Bill, la aventura bélica en Malditos bastardos y ahora el spaghetti western en esta cinta que toma su nombre de un film de Sergio Corbucci de 1966 protagonizado por Franco Nero, que por cierto y por ese motivo tiene un papel coyuntural en esta película. Coincide en su estreno con una película con la que guarda varias similitudes, Lincoln, ambas dirigidas por intocables de Hollywood, con varias nominaciones al Oscar, que nos hablan de esclavitud, se ambientan en una misma época y rescatan en sus repartos a viejas glorias difíciles de identificar debido a la compleja caracterización de sus personajes. Aquí, de hecho, cuesta reconocer a Russ Tamblyn (Siete novias para siete hermanos, West Side Story), Don Stroud (Joe Kidd, Mamá sangrienta), James Remar (The Warriors, Cotton Club) o Ted Neely (Jesucristo en Jesucristo Superstar). El tono naturalmente es muy diferente, y donde en el film de Spielberg hay seriedad e incluso gravedad, aquí hay guasa, broma y, por supuesto, mucha sangre. Pero resulta tan efectiva y desarmante en su objetivo como el fresco del Rey Midas, que no es otro que reflejar y denunciar el dolor humano infringido por el propio hombre a sus semejantes. No en vano el protagonista se erige en una especie de Sigfrido en busca de su Brunilda, como en El anillo del nibelungo, acompañado en su cruzada por un alemán desprejuiciado racialmente. Es decir, alemanes combatiendo contra el mismo horror que ellos mismos provocaron un siglo después a través del genocidio judío, Nadie está a salvo, es la historia de la humanidad, esclavitud, nazismo, terrorismo, violencia en definitiva. Tarantino traduce su análisis al lenguaje que mejor maneja, el de la violencia tan exagerada y descarnada que no molesta (salvo en su debut en Reservoir Dogs, que era insufrible y obscena), y rescata un género al que siempre se le ha visto muy unido, especialmente por la sistemática utilización de música de Morricone en sus películas, que por fin en ésta se digna a componer una canción original. Consciente de que, Leone aparte, aquellas películas que se rodaban en Almería hoy resultan demasiado ingenuas para un público acostumbrado al montaje frenético, el sonido apabullante y los guiones enrevesados, opta por actualizar el género no con esos ingredientes sino con una comicidad extraordinaria, que en ocasiones le acercan a películas como Sillas de montar calientes de Mel Brooks; porque la comedia siempre es bien recibida, quita hierro y a través de ella se pueden decir muchas cosas y que lleguen al espectador. Es como la moda vintage, se toma algo anticuado y se actualiza para adaptarse a las nuevas mentalidades. Su desmesurado metraje, casi tres horas, no pesan gracias a un ritmo y sentido narrativo ágil y divertido, mientras el realizador mima a sus intérpretes y logra de ellos unos trabajos impecables; empezando por el imprescindible Christoph Waltz, que ya logró un Oscar como mejor secundario por Malditos bastardos, y que aquí crea un personaje antológico y de aristas muy definidas, y siguiendo con DiCaprio y un muy caracterizado Samuel L. Jackson. Claro que en estos tres casos estamos hablando de unos personajes muy suculentos en los que la comicidad juega un papel relevante, mientras Jamie Foxx se hace menos receptor de elogios debido a que el suyo es un personaje menos agradecido, más serio y controvertido, y sin embargo luce magistralmente. Por último hay que destacar la habilidad de Tarantino para poner en escena secuencias espectaculares y violentas y combinarlas con otras puramente teatrales, en las que el diálogo juega un papel crucial, con igual efectividad, como todas las que transcurren en el interior de Calvielandia.

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