USA 2012 92 min.
Dirección Benh Zeitlin Guión Lucy Alibar y Benh Zeitlin, según la obra de la primera Fotografía Ben Richardson Música Dan Romer y Benh Zeitlin Intérpretes Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Eastesly, Lowell Landes, Pamela Harper, Gina Montana, Amber Henry, Jonshel Alexander, Joseph Brown Estreno en España 25 enero 2013
Con esta película el debutante Benh Zeitlin parece querer ingresar en el club que en los últimos veinte años han formado cineastas como Spike Jonze, Charlie Kaufman, Michel Gondry, Wes Anderson y Alexander Payne, empeñados en esa poesía de tienda de regalos, pretenciosa y antipática que, paradójicamente, ha conocido y saboreado la admiración incondicional a uno y otro lado del Atlántico, especialmente por cierto sector de la crítica que quiere ver en estos trabajos una mirada fresca, lírica y rejuvenecedora del cine americano. Por no hablar del éxito de este tipo de películas en festivales y certámenes; ésta por ejemplo ha sido bendecida en Cannes, Sundance y los Oscar. Hay quienes sin embargo no vemos más que impostura, poesía de garrafón y cursilería a partes iguales. En esta cinta asistimos a los efectos post apocalípticos que el huracán Katrina (aunque no se cita literalmente) ejerce sobre la ya de por sí miserable población de los márgenes del río Mississippi. Por supuesto que las gentes que lo habitan viven su miseria y su cochambre con un orgullo y una felicidad de esas de que vivo así porque quiero. Y en ese ambiente asistimos al proceso de madurez, otro más, de una niña poetisa (qué cosas llega a decir en off esta niña de 9 años) que soporta todos los males posibles: una madre que le abandona, un padre que le maltrata y una tragedia apocalíptica. Lo que parecía ser la comunión entre un ser inocente y creativo con la naturaleza y los animales, se degrada progresivamente en este manual de madurez en el que unos mastodontes prehistóricos renacidos por efecto del deshielo llegarán a postrarse ante su majestad la dichosa y, también hay que decirlo, preciosa niña, cuando ésta ha demostrado la valentía suficiente y alcanzado así definitivamente la madurez que le permitirá sobrevivir en un mundo implacable. Así las cosas lo que tenía que ser entrañable y sencillo se convierte en pretencioso y aburrido, a lo que hay que añadir el despropósito de nominar al Oscar a una niña de tan corta edad, cuyas excelencias interpretativas derivan de su encanto natural y personal y no del esfuerzo y trabajo que ha de ser objeto de tal reconocimiento; y menos mal que no han nominado a quien hace de padre, que ejercía de panadero antes de embarcarse en esta aventura cinematográfica. Si la cámara tiembla a menudo, la fotografía es granulosa y la música destila buen rollo, todavía nos mantenemos más en el margen de ese desgastado cine indie americano del que han bebido entre otros los realizadores antes mencionados. Este cine presuntamente mágico de cuento infantil ilustrado por Agatha Ruiz de la Prada es un poco tostón.
Suscribo cada linea, Juan José. Me resultó soporífera.
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