Reino Unido 2012 95 min.
Dirección Dustin Hoffman Guión Ronald Harwood, según su propia obra teatral Fotografía John de Borman Música Dario Marianelli Intérpretes Maggie Smith, Tom Courtenay, Billy Connolly, Pauline Collins, Michael Gambon, Sheridan Smith, Trevor Peacock, Michael Byrne, Elina Powell, Luke Newberry Estreno en España 25 enero 2013
Dice Dustin Hoffman que se ha sentido tentado por la dirección en muchas ocasiones, pero no ha sido hasta ahora que por fin ha encontrado el momento y vehículo apropiados para hacerlo. Resulta sintomático sin embargo que lo haya hecho de la mano del cine inglés, y que el producto resultante haya logrado ese sabor y estilo tan eminentemente británicos. Menos raro es que la mayor parte del encanto de este entrañable film resida en sus espléndidos intérpretes, toda vez que siempre se ha dicho que nadie mejor para entenderlos que ellos mismos. Ronald Harwood, prestigioso guionista y ocasional dramaturgo al que le debemos títulos como El pianista, La escafandra y la mariposa, la adaptación de Oliver Twist que dirigió Polanski o Australia de Baz Luhrman, es el artífice de este guión en el que repara en los comportamientos de la gente de la farándula, como ya hizo en La sombra del actor, también protagonizada por Tom Courtenay, el hijo de Zhivago en el film de David Lean, y en Conociendo a Julia. En esta ocasión el punto de mira lo pone en los músicos clásicos, bien sean instrumentistas o fundamentalmente cantantes de ópera. La preparación del famoso cuarteto de Rigoletto, Bella figlia dell‘amore, por parte de cuatro ilustres internos de una residencia para mayores retirados del mundo de la música, el Hogar Beecham, en honor al legendario director de orquesta Sir Thomas Beecham, se convierte en la trama de una amabilísima película sobre el respeto a nuestros mayores, las segundas oportunidades y la templanza adquirida cuando la espera del desenlace final se convierte ya casi en una certeza. El tono elegante y encantador de la cinta, sin llegar nunca al empalago ni la cursilería, y el trabajo excepcional de los intérpretes, especialmente el muy matizado de la siempre grande Maggie Smith, logran un film emotivo y disfrutable que adopta como su mayor logro lanzar una mirada de respeto absoluto por nuestros mayores, que nos han inspirado e iluminado en ese difícil viaje que es la vida. Es como el lado amable de esa otra gran película sobre la ancianidad que tenemos en cartel ahora mismo, el Amor de Haneke. Aparte de Smith, Courtenay, Pauline Collins (Arriba y abajo, Shirley Valentine), Billy Connolly (Su majestad Mrs. Brown y las dos próximas entregas de El Hobbit) y el excéntrico Michael Gambon (Gosford Park, Harry Potter), el film tiene el acierto de contar entre sus secundarios con auténticas voces e instrumentistas de la lírica y la música en general británicas, con la soprano Gwyneth Jones a la cabeza dando vida sin prejuicios y con mucha frescura a una antigua diva rival de la protagonista incorporada por Maggie Smith. Muy oportuno por cierto que se estrene al comienzo del año en el que se conmemora el 200 cumpleaños de Verdi.
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