viernes, 18 de enero de 2013

EL MUERTO Y SER FELIZ Don Quijote de la Patagonia

España-Argentina-Francia 2012 94 min.
Dirección Javier Rebollo Guión Lola Mayo, Javier Rebollo y Salvador Roselli Fotografía Santiago Racaj Intérpretes José Sacristán, Roxana Blanco, Valeria Alonso, Jorge Jellinek, Lisa Caligaris, Fermí Reixach, Vicky Peña, Carlos Lecuona

Quienes hayan visto los anteriores trabajos de Javier Rebollo, Lo que sé de Lola y La mujer sin piano, no se sorprenderán con su voz contracorriente y ambiciosa de personalidad propia. Rebollo es el tipo de cineasta que conviene a una cinematografía para salirse de la línea impuesta y convencional y permitir así algo de variedad en un panorama cada vez más absorbido por este mundo globalizado en el que vivimos. Por eso su particular universo narrativo no es apto para todos los gustos; en esta ocasión una latosa voz en off, a veces dos, va describiendo todo lo que vemos y lo que no vemos pero podríamos intuir si la dichosa voz no se adelantara. El resultado es un distanciamiento tal con esta historia mínima, género originado en cinematografías como la uruguaya, a la que va dedicada el film, y argentina, donde se desarrolla la trama, que nos impide involucrarnos y casi ni interesarnos por lo que le ocurra al asesino a sueldo terminal que interpreta José Sacristán. El actor está pidiendo a gritos que le den el Goya, seguramente convencido de que es uno de los mejores intérpretes que ha dado España y todavía no se lo han reconocido con el galardón más preciado de nuestro cine. Y es principalmente por eso por lo que nos hemos atrevido a ver el film, constatando sin embargo que la suya no es una interpretación antológica aunque supere los habituales niveles de dignidad, y que si finalmente logra el premio será más por su trayectoria profesional que por este trabajo en concreto. Rebollo coloca a su personaje recorriendo sin rumbo una Argentina rural y deprimida poblada de gente humilde y feliz, atiborrado de analgésicos, confundiendo a menudo ficción y realidad y enfrascándose en aventuras imposibles. Una suerte de Don Quijote moderno, asesino en lugar de caballero, y a quien no le falta su Sancho Panza, una mujer que encuentra en el camino y que le ayudará a mantener los pies en el tierra. No está mal la intención y no resultaría insufrible la historia y su pobre puesta en escena si no fuera por la insoportable voz narradora que todo lo subraya y en un tono además tan pedante; hemos de suponer que esto también forma parte de ese paralelismo con el personaje de Cervantes que le adivinamos.

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