Como debe ser, la máxima institución académica de la ciudad, su Universidad, ha sabido poner en valor las dos formaciones orquestales más importantes de Sevilla, la Sinfónica y la Barroca, agenciándoselas astutamente para sus celebraciones más emblemáticas, y encima funda un tercer conjunto sinfónico en colaboración con el Conservatorio Manuel Castillo, que desde su primera comparecencia pública no ha dejado de sorprendernos. En este concierto de Santo Tomás de Aquino, Ventura Rico tuvo unas emotivas y oportunas palabras en memoria del profesor de Derecho Internacional Juan Antonio Carrillo Salcedo, fallecido hace solo unos días, ocasión que aprovecho para sumarme a los merecidos homenajes que se le están rindiendo y corroborar la valía no solo profesional sino también humana de quien fue uno de los más entrañables y carismáticos profesores que tuve el privilegio de conocer en mis años de estudio en la antigua Fábrica de Tabacos.
Completando el ciclo de contratenores que inició la Barroca el pasado mes de octubre con Carlos Mena y continuó en noviembre con Gabriel Díaz, la celebración este año del patrón de los estudiantes tuvo un sabor especialmente festivo con la magnética y arrolladora participación del contratenor catalán Xavier Sabata. Con un programa magníficamente diseñado en torno al abrazo que en la ópera barroca, especialmente la de Haendel, se han dado el amor y el odio, la ambición y el poder – al fin y al cabo los roles de contratenor han girado habitualmente en torno a la perfidia y la infamia – el conjunto volvió a demostrarnos que los suyos no son solistas de una orquesta, sino más bien una orquesta de solistas. Solo así se explica que de una sola atacada podamos disfrutar de la brillante articulación y sensible fraseo de Andoni Mercero al violín en dos sonatas de Haendel, la expresividad en el chelo de Mercedes Ruiz y la sensibilidad en la flauta de Guillermo Peñalver en el Largo del Concerto a quattro del mismo autor, y el sobrio y elegante tañido de Juan Carlos Rivera al laúd, sin olvidar el inmejorable continuo de los clavecinistas Alejandro Casal y Carlos García-Bernalt y el contrabajista Ventura Rico, así como el ripieno de Valentín Sánchez y María Ramírez en los violines. Una formación de lujo que acomete cada pieza como si no hubiera otra igual, como si en sus manos descansaran gemas de incalculable valor que solo pueden ser tratadas con las mejores prestaciones y las atenciones más absolutas.
Con chaqueta negra de terciopelo, pajarita de lunares y un extraordinario sentido de la teatralidad se presentó Sabata, exhibiendo una voz de tan calculada como fascinante técnica, tan generosa en agilidades que casi podría llamársele el Bartoli de los contratenores, y con aspecto de disfrutar tanto escuchando Fangoria como cantando Haendel. De éste recreó arias feroces y crispadas como Nella terra in ciel de Tamerlano, Domeró la tua fierezza de Julio César, o Voglio che mora de Faramondo. Al mismo tiempo nos cautivó con su forma casi religiosa de entonar sentado un aria de Giovanni Maria Ruggieri, o de suspirar por el amor en la cantata Lasciami un sol momento de Giovanni Battista Bononcini o en un aria de Vivaldi que ofreció como propina. Moviéndose tan cómodo en los extremos más graves de su tesitura, especialmente al expresar rabia y sed de venganza, como en las extensiones más agudas, abordadas generalmente con sedosa dulzura en las piezas de mayor candor, Sabata controla perfectamente fiato, coloratura y la dosis adecuada de vibrato en un repertorio en el que no se debe abusar de él; y para rematar cambia de tono y color de forma abrupta en determinadas ocasiones, sin que el resultado se resienta más que para generar aún más fascinación y, en definitiva, sano espectáculo.
Te dejo aquí el 'trailer' del flamante primer disco monográfico de Sabata, 'Bad guys'. Que lo disfrutes con salud :)
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=b1u_Q2ubFDU
Hola Juan José, soy Octavio, que nos vimos en Córdoba el año pasado. Sé que no es el lugar, pero no encuentro tu dirección de email y me gustaría contactar contigo.
ResponderEliminarTe recuerdo que María Ramírez no tocó el violín, sino la viola. Nada de ripieno, entonces, igual que Valentín Sánchez, que asumía la segunda parte de violín. Si hubiese habido otros primeros o segundos violines u otras violas sí podría hablarse de ripieno. Pero aquí eran partes solistas.
ResponderEliminarGracias por tus aclaraciones Andrés
EliminarMagnífico concierto. Como tu dices...toda una orquesta de solistas
ResponderEliminarHay tardes que sales algo así como flotando
saludos