Guion y dirección Scott Z. Burns Fotografía Eigil Bryld Música David Wingo Intérpretes Adam Driver, Annette Bening, Joe Hamm, Ted Levine, Maura Tierney, Michael C. Hall, Tim Blake Nelson, Jennifer Morrison, Matthew Rhys, Ben McKenzie, Sarah Goldberg Estreno en Sundance 26 enero 2019; en Estados Unidos 15 noviembre 2019; en España (Amazon Prime Video) 29 noviembre 2019
Una palabra tachada en el cartel publicitario y en los títulos de crédito ofrece la clave de la denuncia de esta película, la tortura. Nos encontramos ante la enésima entonación del mea culpa norteamericano, sano sin duda pero que a estas alturas ya sabemos que no conduce a ninguna parte. Sirve apenas para dar un lavado de imagen y convencer a propios y extraños de que se trata de la democracia más sólida del mundo, a fuerza de una libertad de opinión presuntamente incorruptible e incensurable, algo que ya sabemos también se pasan por el forro cuando verdaderamente les conviene. Lo cierto es que en esta cinta se analiza a través del lenguaje frío, calculado, sobrio y sólido que caracteriza este tipo de thrillers políticos desde que se pusieran de moda en la década de los setenta del siglo pasado, los dudosos mecanismos de interrogatorio ejercidos sobre los musulmanes detenidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Unos procedimientos que sitúan al país más poderoso del mundo a la altura de los grandes imperios que en el remoto pasado utilizaban la tortura cruel, sibilina y sofisticada para conseguir testimonios de dudosa credibilidad debido al sufrimiento con el que eran obtenidos. Se trata de conseguir la confesión a toda costa, aún a sabiendas de que dará pocos o ningún resultado, pero logrando la sensación de control y miedo al que estas prácticas nauseabundas van encaminadas. Adam Driver incorpora con convicción, y esa falta de expresividad que tan buenos dividendos le está reportando, al apasionado investigador que no cesa en sus denuncias y en su búsqueda heroica de la verdad y la justicia. Annette Bening es la senadora demócrata, que son siempre los buenos, que encarga dicha investigación y el subsiguiente informe, logrando una interpretación sobria y brillante. El resto aporta su granito de arena en esta hoguera de confesiones e injusticias, aunque al final nada sirva para nada y Estados Unidos siga siendo un país en constante guerra, donde más peligroso es elegir las fuerzas armadas como profesión.
En el camino lo de siempre, muchos datos, mucha información, muchos personajes, muchas pérdidas de hilo, una sensación general de haberlo visto todo antes, y por una vez cierta contención en la plasmación de los aspectos más morbosos y delicados de la función. El responsable es Scott Z. Burns, que tras debutar en 2006 con Pu-239, donde denunciaba las feas artimañas de una central nuclear rusa para ocultar su irregular funcionamiento, y escribir el guion de El ultimátum de Bourne, se enfrascó en una serie de cortometrajes hasta encargarse de esta producción de Steven Soderbergh, especialista en aparentar más intensidad de la que realmente es capaz de ofrecer.
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