Francia 2018 103 min.
Dirección Gilles Legrand Guion Léonore Confino y Gilles Legrand Fotografía Pierre Cottereau Música Armand Amar Intérpretes Agnès Jaoui, Alban Ivanov, Claire Sermonne, Tim Seyfi, Michèle Moretti, Philippe Torreton, Eric Viellard, Marie-Julie Baup, Didier Bénuereau, Martine Schambacher, Chantal Yam, Romeo Hustiac, GiedRé, Saliha Bala, Nuno Roque Estreno en Francia 21 noviembre 2018; en España 13 diciembre 2019
El término buenismo se ha asentado entre nosotros y nosotras, generalmente con fines despectivos. La derecha la ha acuñado para criticar, o como mínimo ridiculizar y aligerar, cualquier medida que desde el otro extremo se proponga para paliar las grandes desigualdades que impera en nuestra sociedad o al menos para favorecer la convivencia. En otros campos la falsa o equivocada progresía utiliza el término para desprestigiar labores humanitarias y generosas que ellos y ellas mismas no están dispuestas a desarrollar, o directamente tachar de superflua e ingenua cualquier actuación encaminada a resolver esas mismas desigualdades.
A veces sin embargo acaba siendo conveniente acuñar el término en tal sentido peyorativo, sobre todo cuando nos encontramos ante productos tan rayanos en la mediocridad, tan decididamente superficiales como esta película de Gilles Legrand. Parece como si se hubiera contagiado del éxito de Campeones, si no fuera porque es prácticamente contemporánea, antes del éxito de la película de Fesser en buena parte del Mundo. Así, una adicta a las buenas causas, profesora de francés en una academia para inmigrantes y refugiados, se verá al frente de un puñado de éstos, tratados como seres tan ingenuos como presuntamente entrañables, decidida a abrirles las difíciles puertas del mercado laboral en el país galo.
El problema es que la función se sustenta sobre una serie de clichés y situaciones arquetípicas, la mayoría de las veces incluso disparatadas, en la que el sempiterno dilema entre la familia biológica y la elegida parece convertirse en eje dramático de una comedia coral con la carismática Agnès Jaoui al frente. A la actriz francesa la preferimos cuando dirige películas con algo más de empaque que esta tontería, como Para todos los gustos, Como un espejo o incluso la muy aburguesada 50 primaveras. Estos campeones refugiados son tratados con tanta indolencia que acaban resultando ridículos, ahogados en la peor acepción posible del término buenismo, mientras la cinta ni muchísimo menos tiene la factura impecable de la española, si mantenemos nuestra postura de compararlas.
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