El tercero de los conciertos de abono de la ROSS de esta temporada, muy distanciado en el tiempo del anterior, se centró exclusivamente en Chaikovski. Podríamos pensar que se trata de una elección muy navideña tratándose del autor de ballets tan de estas fiestas como El lago de los cisnes y El Cascanueces. Sin embargo el temperamento fuerte y atormentado del compositor aleja cualquier sospecha de que fuera esa la razón de su elección a tan pocos días de tan entrañables fechas. Arropar el regreso de Pérez Floristán al Teatro que le vio nacer y crecer, rodeado de tantas y tan buenas amistades, con otras piezas del autor del célebre Concierto para piano nº 1 que eligió para la ocasión, dejó claro el intenso contenido dramático de la propuesta; así lo corroboran su fantasía obertura Hamlet y la Sinfonía nº 4, primera en la que refleja su fuerte temperamento y profundo desencanto ante la vida, y primera vez en que aparece el fatum, ese destino implacable del que según él era imposible escapar.
La obertura Hamlet es un trabajo sugerido por el hermano de Chaikovski, Modest, que se estructura aparentemente en tres partes, aunque presenta tal amalgama a menudo inconexa de ideas y temas que resulta difícil atisbar la estructura apuntada. Eso sí, tales ideas se revelan a menudo brillantes e inspiradas, pero su ensamblaje acaba resultando artificioso y poco desarrollado. Axelrod, que al principio de la velada fue galardonado con un Premio Paraíso de la Asociación de Amigos de la Sinfónica, dirigió con vehemencia y decisión, a lo que cada conjunto orquestal respondió con brillantez técnica y expresiva, y una sensacional trasparencia. Fue por ello una excelente interpretación de una página irregular.
Buscando su propia personalidad
Es evidente ya desde su propio atuendo, esos singulares calcetines rojos que nunca abandona, que el joven y reconocido Juan Pérez Floristan busca una imagen y un lenguaje propio, lo que no siempre es positivo y a veces conduce a la equivocación. Así lo entendemos nosotros, que no vimos acierto en su particular visión del Concierto nº 1 de Chaikovski. Una pieza que ya desde su célebre arranque atacó con liviandad y un registro extremadamente relamido y frágil. Afortunadamente logramos de seguido identificar el espíritu de la obra, aunque en según qué pasajes volviera a brotar esa estética amanerada con la que no logramos identificar la música de un autor que ya nos parece suficientemente empalagoso. Pero es así en cuanto a patetismo y exuberancia melódica, no en el sentido de sonar como una cajita de música, que es lo que atisbamos en manos de Floristán. Una preocupación extrema por la dulzura en detrimento de la pasión. No cabe duda de que tiene la partitura muy trabajada y aprendida, pero estuvo tan atento a decir algo nuevo sobre ella que nos pareció con frecuencia poco natural, forzado. Tampoco encontramos en su segundo movimiento el lirismo acostumbrado, sí preciosismo pero sin emoción. Faltó en general equilibrio entre su grandeza heroica, prácticamente ausente, e intimismo lírico. No hace falta que sea enfático, pero tampoco tan liviano y reprimido, aunque a nivel técnico no tenemos nada que reprocharle, y ahí estuvieron sus virtuosas y muy matizadas cadencias para demostrarlo. Axelrod se adaptó a la estética propuesta, pero no pudo evitar ahogar puntualmente al solista ante su empeño de tocar con tanta ligereza y delicadeza. La propina, el famoso Momento musical nº 3 de Schubert, la despachó sin embargo con fuertes contrastes de ritmo y dinámica poco apropiados para una pieza tan ligera.
Axelrod acertó con la Sinfonía nº 4, logrando una respuesta brillante de la orquesta, desde unas poderosas y evocadoras trompas al principio, pasando por una cuerda de altos vuelos y unas maderas refulgentes y delicadas según qué pasajes. Dejó clara la ausencia de esperanza del primer movimiento frente a ese destino inexorable, dejando el escaso eco de felicidad como en un segundo plano de ensoñación. Un melancólico andantino con sobresalientes intervenciones del oboe, el violonchelo y el fagot, y un obstinado pizzicato de la cuerda en el scherzo, dieron paso a una explosión de temperamento y fuerza en el allegro final, una vitalidad en línea con su compatriota Glinka, que batuta y plantilla entendieron en su justa medida, ligeramente enloquecida frente al supuesto deleite popular que parece emerger de la pieza.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
Sin entrar en el fondo de la crítica al concierto para piano interpretado por P.Floristán creo importante hacer notar que de las tres versiones existentes de la obra, el pianista interpretó la segunda,menos frecuente que la tercera pero que se corresponde con la partitura que Tchaikovsky manejó como director, después de revisar la versión original (la tercera versión es incluso puesta en duda en cuanto su autoría por musicologos que consideran que está construída por adiciones de diversos intérpretes). Ello es especialmente evidente en la introducción donde en vez de los acordes en fortissimo del solista de la tercera versión Tchaikovsky escribe arpegios en forte. Las tres versiones se pueden consultar en www.imslp.org y,asimismo,se puede oír una interpretación reciente de la segunda versión a Kiril Gernstein (Spotify). Fdo.:Juan Luis Pérez.
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