miércoles, 1 de julio de 2015

Mª ESTHER GUZMÁN Y DIRK VANHUYSE EN EL ALCÁZAR: UNA POÉTICA IMPRECISA

XVI Noches en los Jardines del Alcázar. Mª Esther Guzmán, guitarra. Dirk Chris Vanhuyse, violonchelo. Programa: Sonatas Op. 14 nº 6 en Si bemol Mayor y nº 5 en Mi menor, de Vivaldi; Sonata Arpeggione D. 821, de Schubert. Jardines del Real Alcázar, martes 30 de junio de 2015

Los conciertos estivales en el Alcázar suponen a menudo una oportunidad única para disfrutar de formaciones insólitas, arreglos especiales e interpretaciones de piezas poco habituales. La solvencia y profesionalidad de los dos artistas convocados en esta ocasión hacía esperar unas prestaciones por encima de las ofrecidas, sobre todo en el caso del primer violonchelista de la ROSS, Dirk Vanhuyse.

El programa, ciertamente exquisito, incluyó dos sonatas de Vivaldi, una de las veteranas, conservadas en la Biblioteca Nacional de París, y la otra de las descubiertas apenas hace un par de décadas, en este caso depositada en Schönborn. En ésta, en Si bemol Mayor, Vanhuyse exhibió una elevada dosis de lirismo y delicadeza al principio, pero en la alternancia de movimientos lentos y rápidos, como corresponde a las llamadas sonatas da Chiesa, la balanza se desequilibró con los segundos, faltos de carácter e intensidad. El resultado fue similar en la Sonata en Mi menor, donde el violonchelista brilló considerablemente en el Largo, popularizado en Barry Lyndon de Kubrick, de hondo calado poético y casi belcantista; mientras los movimientos rápidos fueron imprecisos, a veces fuera de tono y con texturas insuficientemente trabajadas. La guitarra clásica de Guzmán no pudo sustituir con plena eficacia el color de la barroca, si bien pulsación y línea melódica estuvieron a la altura de este particular bajo continuo.

Peor aún funcionó la Sonata Arpeggione de Schubert, concebida para un instrumento de vida efímera que es una especie de viola baja con afinación de guitarra, y que habitualmente se interpreta al violonchelo. La dificultad técnica que entraña encontró los mismos inconvenientes apuntados con Vivaldi, destacando el lirismo del Adagio frente a la falta de viveza y chispa de los allegri extremos. Con la guitarra reemplazando al piano su carácter quedó aun más difuminado, a pesar de la férrea articulación de Guzmán, quien llamó la atención con la partitura en forma de tablet que utilizó y que evitó los incómodos y antiestéticos alfileres de la ropa.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 2 de julio de 2015

2 comentarios:

  1. Afortunadamente, mas de cuatrocientas almas quedamos extasiadas ante semejante despliegue de belleza y categoría, tanto del programa, como de los intérpretes. Afinación y combinación de movimientos e instrumentos, delicadisima, exquisita y plena de matices. Por no hablar de la sublime transcripción para guitarra, del bajo cifrado, moldeada por Guzmán. Vivaldi ilumino, Schubert deslumbró. La emoción y la luna no engañan. No se lo pierdan. 10 de septiembre. Volveremos a viajar al planeta Música. El que no quiera dejarse llevar estará en todo su derecho, pero no compartirá.

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  2. Muchas gracias por su apreciación, siempre son bienvenidas opiniones distintas y bien fundamentadas

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