miércoles, 1 de julio de 2015

UN PERFIL DE BRUCE BROUGHTON. MÚSICA DE CINE EN EL MAESTRANZA

La presencia este año de Bruce Broughton frente a la Sinfónica de Sevilla revalida por fin la importancia de esta ciudad como pionera de los conciertos cinematográficos. La última vez que un compositor de fama internacional nos visitó fue en 2004; en un esfuerzo de organización sin precedentes, los Encuentros de Música de Cine de Sevilla lograron contar con Howard Shore y su Sinfonía del Señor de los Anillos, interpretada por la ROSS, el Coro de Amigos del Maestranza y con ilustraciones de Alan Lee ambientando el escenario. Un concierto de Pedro Halffter con música de Korngold y La guerra de las galaxias de Williams intentó sin éxito prolongar este certamen que no logró alcanzar así su veinte cumpleaños. Ocho años después un puñado de buenos aficionados al género, bajo el epígrafe de Media Screen Music, revitalizaron con el patrocinio del CICUS, que aprovechó así para celebrar su tradicional concierto de fin del curso académico, este tipo de manifestaciones. Tendría que haber sido Michael Giacchino el encargado de recuperar esa costumbre, sin embargo compromisos de última hora obligaron a ser sustituido por Fernando Velázquez, uno de los nuevos compositores españoles que se han abierto camino en Hollywood a remolque de Alberto Iglesias, y que incluyen a Roque Baños, Lucas Vidal y Javier Navarrete. Aunque se mantuvo el programa y sin menospreciar la calidad y celebridad del compositor de Ocho apellidos vascos y Lo imposible, su carácter patrio no propició precisamente el regreso de la relevancia de antaño, cuando nos visitaron gente del calibre de Jerry Goldsmith, Ennio Morricone, Elmer Bernstein o Maurice Jarre, por citar unos cuantos. Bruce Broughton viene a paliar, aún permaneciendo a larga distancia de los maestros mencionados, esa carencia, devolviendo en parte a Sevilla el protagonismo que le arrebataron otras ciudades como Úbeda, Córdoba o Tenerife.

Broughton pertenece a la misma generación que vio nacer a músicos como Lee Holdridge, Alan Silvestri o el recientemente desaparecido James Horner, de quien esperamos se tenga algún gesto de recuerdo en el concierto del jueves 3 de julio. Otros, como James Newton Howard o Danny Elfman, e incluso Hans Zimmer, vendrían poco después. El compositor californiano de setenta años comenzó en la televisión, medio que le ha proporcionado sus mayores logros y renocimientos, récord de veinte emmys incluido, componiendo música incidental, que no las famosas sintonías, de series de los sesenta, setenta y ochenta como Gunsmoke, Hawai 5-0 o Dallas. Así fue cimentando su talento como compositor todo terreno, capaz de adaptarse a las exigencias de directores y productores sin por ello traicionar su espíritu y estilo, edificado como el de tantos otros de su generación, a partir de la tan cacareada a la americana del padre del sinfonismo americano Aaron Copland. Un estilo que bebe de las grandes extensiones, los enormes parajes y esa especie de bigger than life o mega size que impregna toda la cultura norteamericana y que tan perceptible resulta para cualquier turista que se acerque a conocerlos. De ahí que en una de sus más famosas partituras, la de Silverado, un western crepuscular que supuso la tercera película dirigida por Lawrence Kasdan, guionista en Star Wars e Indiana Jones, utilice este estilo tan reconocible que se inspira claramente en el Bernstein de Los siete magníficos y el Williams de Los cowboys. Precisamente fue con otra serie de televisión, The Blue and the Gray, con la que cimentó este estilo profuso en redobles de tambor y fanfarrias de metales, aunque la temática coincidiese sólo en la época pero no en el drama, aventuras en el oeste en el primer caso, épica bélica de la Guerra de Secesión en el segundo. Otro western, Tombstone, corrobora ese americanismo a ultranza de Broughton, con otra de sus mejores partituras, esta vez para una nueva versión del famoso duelo en O.K. Corral. Ironías de la vida hicieron que ese mismo año, 1994, Lawrence Kasdan filmara su propia versión de los hechos en Wyatt Earp y con el mismo protagonista de Silverado, Kevin Costner, aunque entonces ya contaba con el compositor que acompañaría al realizador de Grand Canyon el resto de su filmografía, James Newton Howard. El año de Silverado, 1985, fue crucial en la carrera de Broughton, con una nominación al Oscar por este film, imposible de ganar teniendo como competencia a John Barry y su mítica Memorias de África. Fue además el año de El secreto de la pirámide, un film de aventuras en la que un joven Sherlock Holmes se enfrentaba a fuerzas del mal al ritmo de una partitura trepidante con claras reminiscencias de las clásicas pompas y circunstancias británicas tan acordes al mundo universitario de Oxford y Cambridge en el que se ambientaba la cinta. Un indisimulado recuerdo a los Carmina Burana de Orff completaron el mágico universo creado por Broughton para la película de Barry Levinson. La producción a cargo de Spielberg propició al compositor su intervención en varios episodios de la serie Cuentos asombrosos, en los que cultivó su particular facilidad para generar aventura, acción y fantasía con orquestaciones generosas y creativas, y que empleó también en cintas como Más allá de la realidad (The Boy Who Could Fly), Perdidos en el espacio y Moonwalker, un intento vano de relanzar a Michael Jackson al cine con un extravagante musical entre policiaco y fantástico.

Sus coqueteos con el inevitable swing le llevaron a crear también música imaginativa y descriptiva para dibujos animados (Tiny Tunes) y comedias familiares (Harry y los Henderson o la muy trepidante, imposible para según qué orquestas por su vertiginosa y apabullante orquestación, Cariño he agrandado al niño). Espacio también para el cine intimista con títulos como Carried Away o Infinity, y a menudo atento a los clásicos, Mozart por ejemplo en la antes mencionada Harry y los Henderson, o más sorprendentemente los Canarios de Gaspar Sanz en la versión para televisión de El viejo y el mar que protagonizó Anthony Quinn. El reconocimiento de su partitura para Los rescatadores en Cangurolandia de Disney le llevaría a colaborar en proyectos menores de esta factoría, que en su mayoría se han estrenado únicamente en soporte doméstico, como Bambi II o Homeward Bound: The Incredible Journey, un film con perros parlanchines; y fuera del cine en atracciones de parques temáticos de Disney, uno de cuyos temas From Time to Time, se ha programado en el concierto sevillano y fue precisamente grabado en 2011 por el nuevo director titular de la ROSS, John Axelrod, en sus conciertos Hollywood in Vienna que celebra anualmente en el Wiener Konzerthaus. Su música para videojuegos, como Heart of Darkness, y su obra de concierto, muy valorada por quienes la conocen, completan una vida para y por la música que se extiende también a la docencia y la dirección orquestal, con regrabaciones antológicas, precisas y muy cuidadas de clásicos de Miklós Rózsa (Julio César, Ivanhoe) y Bernard Herrmann (Jasón y los argonautas), producidas por la casa discográfica que más se ha preocupado por difundir su música, Intrada. Ojalá este concierto, en el que también se interpretan partituras de Goldsmith, Poledouris, Silvestri y Zimmer, reinstaure definitivamente la música de cine en el escenario y la acústica inigualable del Maestranza, beneficiándose además de las prestaciones de una gran orquesta como la nuestra.

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