USA 2015 126 min.
Dirección Alan Taylor Guión Laeta Kalogridis y Patrick Lussier Fotografía Kramer Morgenhtau Música Lorne Balfe Intérpretes Arnold Schwarzenegger, Emilie Clarke, Jason Clarke, Jai Courtney, J.K. Simmons, Dayo Okeniyi, Lee Byung-Hun, Matt Smith, Michael Gladis, Sandrine Holt, Natalie Stephany Aguilar Estreno en Estados Unidos 1 julio 2015; en España 10 julio 2015
Después del desatino que supusieron las dos entregas anteriores, La rebelión de las máquinas y Salvation, este nuevo capítulo de la saga que inició James Cameron resulta más entretenido a pesar de una línea argumental banal y simple que apenas se sostiene en sus idas y venidas del futuro al pasado y presente. Un recurso que suele ser muy delicado y exige mucha precisión para lograr convencer con un mínimo de rigor científico, y que como en tantos otros casos tampoco funciona satisfactoriamente en esta película. En realidad no aporta nada nuevo en materia técnica, haciendo uso y abuso de efectos archiconocidos en la actual tendencia del cine de acción norteamericano a destruirlo todo, así como de aquellos avances técnicos que hicieron famosa la segunda entrega El juicio final, y le valieron un Oscar en el apartado correspondiente, cuando la tecnología digital estaba emergiendo. Tampoco aporta nada nuevo su argumento, pues apenas propone una realidad alternativa en la que las peripecias de las dos primeras entregas reaparecen con un fondo distinto. A las riendas de este producto entretenido pero superfluo se encuentra una batuta experimentada en la televisión, con series de enorme éxito como Sexo en Nueva York, El ala oeste de la Casa Blanca, Los Soprano, Roma, Mad Men y Juego de Tronos, de donde se ha traído a la nueva Sarah Connor, una pequeñita y anodina Emilie Clarke. La aportación más interesante del film es Jai Courtney, curtido también en la televisión en series como Gladiator, y que sustituye al abuelo Arnie en todo aquello que éste ya no puede hacer sin un mínimo de verosimilitud, aunque no esté obsoleto pero derroche poca seriedad en su vuelta al ruedo. Taylor exhibe la misma falta de personalidad que ya empleó en Thor: El mundo oscuro, limitándose a imprimir cierto ritmo a un film innecesario, que ni siquiera cumple una premisa fundamental en el cine de ciencia ficción como es reflejar temores habituales de la humanidad, hoy desviados a otros problemas ajenos a la amenaza de la inteligencia artificial. Pero entretiene y está hecha con profesionalidad y buen oficio, y por extensión satisfará a los fans de la saga.
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