Capella Sancta Maria |
Dos conjuntos relativamente jóvenes, el holandés Capella Sancta Maria creado en 2008, y el catalán La Caravaggia formado tres años antes, nos acercaron a la música recuperada de su letargo en Burgos, donde posiblemente hubiera perecido sin remedio, gracias a su conservación por la Universidad de Utrecht desde mediados del siglo pasado. Se trata del Códice de Lerma, una recopilación de piezas sacras y profanas que incluye numerosas piezas para ministriles, solos o acompañando, por iniciativa del Duque de Lerma en el último tercio del S.XVI. Música del último Renacimiento que inspiraría los primeros pasos de la música dramática, en un manuscrito que contiene composiciones de algunos de los más ilustres músicos de la época, y una fuente imprescindible para el estudio de polifonía especialmente franco-flamenca con amplia influencia en nuestra península.
Hasta nueve compositores, además de varios anónimos, dieron voz a la selección ofrecida en una fría Catedral, lo que impidió disfrutar del acontecimiento en su justa medida. El efecto acústico y el majestuoso entorno pueden potenciar la belleza de la propuesta, pero se paga el precio de coger una pulmonía, lo que unido a la frecuente frialdad con la que los conjuntos abordaron el programa, dio como resultado una experiencia en cierto modo glacial. A esa frialdad contribuyó también la estructura del programa, que pareciera diseñado con escuadra y cartabón, con dos partes simétricas de igual o parecida estructura, alternando casi miméticamente madrigales, motetes y piezas instrumentales. De éstas se hicieron cargo los barceloneses La Caravaggia, precisos, buscando en todo momento la belleza de su sonido dentro de una estética mística, exquisita en exceso, comedida al máximo. Danzas fundamentalmente francesas fluyeron por sus vientos, mientras en los motetes se dispusieron de forma tradicional, repartidos entre las voces, doblándolas. Así hasta ocho bloques de tres piezas cada uno, en una operación tan rigurosamente matemática como la distribución de las calles de Manhattan.
La Caravaggia |
En el apartado vocal, Capella Sancta Maria comenzó dejando clara la distinción entre madrigales (profanos) y motetes (sacros), con un particular peaje en la técnica del fabordón para abordar armónicamente secuencias estrictamente litúrgicas. Pero pronto esas líneas de distinción se fueron difuminando hasta sólo distinguirse uno y otro género por los textos y el acompañamiento instrumental. Faltó un punto canalla y popular en la interpretación de los madrigales, ocasionando un tono demasiado homogéneo en toda la función, sonando igual un madrigal de Orlando de Lassus o el popular Nasce la gioia mia de Leonardo Primavera, que un motete de Philippe Verdelot o Clemens non Papa. Con juegos no suficientemente contrastados de voces, mejor en armonía que en contrapunto, en el conjunto destacaron las voces agudas, a veces incluso estridentes, por encima de las más graves, a pesar de un bajo y un barítono de recursos generosos. De cualquier forma estos son los conciertos que dan sentido y significado a un festival que se denomina de Música Antigua.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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