viernes, 16 de marzo de 2018

MAESTROS Y DISCÍPULOS EN EL 8º PROGRAMA DE ABONO DE LA ROSS

8º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Xavier Phillips, violonchelo. John Axelrod, dirección. Programa: Danzas sinfónicas de West Side Story, de Bernstein; Concierto para violonchelo nº 2 Op. 126, de Shostakovich; Danzas sinfónicas Op. 45, de Rachmaninov. Teatro de la Maestranza, jueves 15 de marzo de 2018

Aunque a veces discutimos la oportunidad de titular algunos conciertos y programar en función de ciertos temas, otras nos rendimos ante la coherencia de lo planteado. Así ocurrió en este octavo concierto de temporada, con la vida y la muerte saludándose en una suerte de danza extenuante, la que nos proponen las obras de Bernstein, Shostakovich y Rachmaninov. La alegría y la energía de la vida y la juventud en West Side Story, con ese amor incondicional que acaba en muerte y tragedia, dieron paso a esa indiscutible danza macabra que es el segundo de los conciertos que Shostakovich compuso para el violonchelo, menos popular que el primero y sin embargo mucho más complejo y comprometido. Y de ahí al aquelarre de muerte y transfiguración en el que consisten las Danzas sinfónicas de Rachmaninov, que culminan en su tan apreciado Dies Irae, esta vez con tintes optimistas y hasta triunfantes.

Como buen discípulo y colaborador de Bernstein que fue, Axelrod acertó a dotar de la atmósfera justa las Danzas sinfónicas extraídas de su obra maestra, y la más popular entre todas las por él compuestas, West Side Story. Una interpretación satisfactoria de la página exige una competente sección de metales, una justa y equilibrada percusión, una cuerda capaz de dotar al conjunto de todo el lirismo que la narración demanda, y mucho entusiasmo por parte de la plantilla, como mínimo la misma que invade al público cuando se enfrenta a una música tan familiar y disfrutable. Y todas esas condiciones se conjugaron en esta versión trepidante, llena de swing y lirismo, vibrante, trasparente y bien definida, decidida y articulada con amplio sentido del espectáculo. En el Concierto para violonchelo nº 2 de Shostakovich, su última obra concertante, el solista francés Xavier Phillips se plegó a la estética aprendida de su maestro Rostropovich, que estrenó la obra y es su referente indiscutible. La suya fue una exhibición de prestidigitación al servicio de la agonía y la violencia, no exentas de una profunda meditación, rica en virtuosismo técnico y desgarrada expresividad. La orquesta acompañó como se le pide en esta composición, con discreción, a media voz, salvo en contadas ocasiones en las que se le exige un discurso más duro. Quizás sea en ese punto donde Axelrod se mostró más errático, y en un arranque del allegro final comandado por unas trompas acaso demasiado blandas. En la propina Phillips rindió homenaje a Rostropovich con una serenata de la Suite nº 1 de Britten al pizzicato.

La ROSS ofreció una magnífica versión de las Danzas sinfónicas, última obra compuesta por Rachmaninov y para muchos su obra maestra. Una pieza de un relativo modernismo y una generosa expansión lírica que obtuvo del conjunto unos resultados sobresalientes en sonido, brillo, empuje y expresividad. De la energía saltarina del non allegro inicial, inquietante y lacónico, con una nostálgica representación de sus orígenes en el precioso intermezzo central con espléndido solo del saxofonista Antonio Pérez Herrero, se pasó a un seductor vals de contornos afrancesados y una siniestra sensación de pesadumbre, que derivó en un allegro vivace final poético y voluptuoso. Un emocionante y asombroso broche final en torno a la muerte, que logró de la Sinfónica una interpretación sensacional, llena de color, reflexión y ambigüedad.

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