Dirección Daniel Calparsoro Guión Chris Sparling y Patxi Amezcua, según la novela de Paul Pen Fotografía Sergi Vilanova Música Julio de la Rosa Intérpretes Raúl Arévalo, Aura Garrido, Hugo Arbués, Belén Cuesta, Antonio Dechent, Aitor Luna, Sergio Mur, Luis Callejo, Julieta Serrano, Patricia Vico Estreno 23 marzo 2018
Definitivamente se nos antoja irrecuperable el Daniel Calparsoro de esa primera etapa que abarca de Salto al vacío a Asfalto, y decididamente asentada su etapa de cine ramplón de género hecho sin ingenio ni talento, que va de Guerreros a Cien años de perdón en progresiva caída libre. Lo más sangrante de esta disparatada película es que esté basada en una novela de un autor con cierto éxito, siendo precisamente su pésimo guión lo peor de la función y lo que lógicamente arrastra el resto de la empresa al naufragio. Quizás por eso se haya apeado de su acabado final Jorge Guerricaechevarría. Cogido por los pelos, con una trama de intriga y misterio que mezcla crimen, matemáticas básicas, fantasía de lo oculto y esquizofrenia, que no soporta investigación alguna (imaginen varios crímenes ocurridos en un mismo lugar a lo largo de un siglo, con víctimas que nacieron la misma fecha en que murieron; no hay investigación policial que se le resista sin hacer falta que aparezca un aficionado a resolver la ecuación), y con ingredientes de toda clase y condición en un cóctel que se antoja indigesto (no falta el acoso escolar, la violencia machista, la inestabilidad psicológica en forma de esquizofrenia, el terrorismo de ETA…). Tan ridículo resulta todo que el espectáculo deviene insufrible tras una primera media hora prometedora e inquietante. Cuando al final parece que la cosa va a remontar al menos planteando un desenlace sorprendente, el asunto también se desmorona y acaba definitivamente con nuestra paciencia. Una demostración más de torpeza argumental cuando se cuentan con buenos recursos técnicos y artísticos, aunque en el apartado interpretativo nadie parece tampoco creerse lo que hace, con una Aura Garrido de gesto permanentemente agrio, un Raúl Arévalo siempre taciturno, una Belén Cuesta irritantemente sufriente, un Antonio Dechent sin confianza alguna en lo que hace, y una Julieta Serrano a la que hacía tiempo que no veíamos y que ahora nos tiene que convencer de que tiene ¡97 años! Si hubiésemos podido parar la proyección cada vez que mereciera apuntar cada disparate, frase ridícula, subrayado innecesario (las más que retratadas cuatro nuevas torres de Madrid nos aclaran innecesariamente en qué época estamos, según estén en construcción o terminadas) y giro de guión absurdo, la crítica podría haberse eternizado, pero habríamos disfrutado tanto.
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