Con el término Entartete Musik (Música degenerada) etiquetaban los nazis a la música compuesta por autores judíos como Weill, o modernistas como Hindemith, que atentaban al espíritu presuntamente edificante y enriquecedor que defendía el Tercer Reich. Se trataba de aislar y desacreditar a los autores que no conjugaban los valores que defendían estos auténticos degenerados que eran los seguidores de Hitler. Una de tantas atrocidades nazis que afectaron al arte en general (Entartete Kunst) y que propiciaron el exilio, el aislamiento e incluso la muerte en campos de concentración de compositores a menudo irrepetibles. García Rodríguez ha querido con otro de sus singulares y apasionantes programas, homenajear esa música denigrantemente etiquetada fijando su atención en composiciones destinadas a conjuntos de viento, con resultados brillantes, siempre desde la perspectiva de quienes están formándose y cuentan aún con escasa experiencia en el mundo de la interpretación con público.
Kurt Weill compuso su Concierto para violín y banda de viento a temprana edad, en aquellos años germánicos que intentó olvidar en su exilio americano. Su idea era adaptarse al lucimiento de un violinista de gran virtuosismo, como era su dedicatario Joseph Szigeti o quien finalmente lo estrenó, Marcel Darrieux. Las sevillana Macarena Martínez, reciente su debut en el Maestranza, limó una interpretación ejemplar, virtuosística, enérgica y apabullante, sin apreciarse fatiga a pesar de su intervención continuada y permanente. Rodríguez y el conjunto casi camerístico, con apoyo de dos contrabajos que potenciaron el cuerpo y la fuerza de la pieza, acertaron añadiendo atmósfera a una obra intensa y misteriosa. Incluso los siempre difíciles metales aprobaron, a pesar de un apreciable desliz de trompeta justo antes de las delirantes cadencias del violín en el segundo movimiento.
Paul Hindemith pretendió con su Konzertmusik promover la relevancia de los instrumentos de viento en la interpretación clásica. Se puede decir que los jóvenes de la Conjunta acertaron a cumplir con ese objetivo, ofreciendo lecturas transparentes de sus lucidas intervenciones en la partitura. El conjunto, bajo la atenta mirada de su director, entendió el carácter irónico de la pieza, convirtiendo el aire marcial de las marchas militares en una suerte de música circense, satírica y grotesca por momentos, potenciando su creatividad y energía. Magnífica la recreación cabaretera de la Suite de la Ópera de los tres peniques de Weill, formidables todos ellos y ellas, con ritmo, gracia y entusiasmo, arrancando incluso nuestra emoción en los muy populares Mackie Navaja y Kanonen-Song, que repitieron en la propina sin ayuda del director, en un gesto muy Barenboiniano de García Rodríguez, a quien nunca le estaremos suficientemente agradecidos por ofrecernos estos conciertos y hacernos tan felices. La única etiqueta posible, la de brillante.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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