Líbano-Francia-Bélgica-Chipre-USA 2017 110 min.
Dirección Ziad Doueiri Guión Ziad Doueiri y Joelle Touma Fotografía Tommaso Fiorilli Música Éric Neveux Intérpretes Adel Karam, Kamel El Basha, Camille Salameh, Rita Hayek, Christine Choueiri, Diamand Bou Abboud, Talal Jurdi, Rifaat Torbey, Julia Kassar, Carlos Chahine Estreno en Festival de Venecia 31 agosto 2017; en Líbano 14 septiembre 2017; en España 16 marzo 2018
El director libanés Ziad Doueiri (El atentado, West Beirut) propone una compleja e intensa parábola sobre la falta de entendimiento y de diálogo, la memoria histórica y las transiciones políticas oportunistas y mal hechas, en esta dura y difícil película de juicios y traumas que parte de un en principio anecdótico enfrentamiento entre un operario musulmán y un mecánico cristiano por un insulto en un Beirut en perpetuo proceso de rehabilitación y modernización. Parece que nos estuviera hablando de nuestro propio sistema político y judicial, las mismas alimañas que arañan votos a cualquier precio, cuando plantea cuestiones como éstas, que ni han cerrado heridas ni parecen querer hacerlo, a propósito de guerras civiles y desencuentros sociales y económicos, justo lo que estamos padeciendo aquí, en el seno de una Europa supuestamente civilizada y equilibrada, incapaz de hacer justicia con los más desfavorecidos, o de impedir adoctrinamientos justificados por traumas del pasado no resueltos ni superados por culpa de una falsa política de integración errónea y desequilibrada. Cierto que tras un planteamiento inteligente e interesante, la trama se desarrolla de forma algo forzada, dejando paso a tantas cuestiones y realidades sociales como sean posibles, incluida la saludable integración de una mujer moderna y trabajadora, decisiva y decisoria en cuestiones vitales para el desarrollo de la comunidad. Con formas saludables impolutas e impecables y haciendo uso de todos los recursos dramáticos y formales necesarios, el film se deja ver con inquietud y tensión, demostrando la incapacidad de gobernantes y agentes sociales para resolver cuestiones tan trascendentales como las que plantea esta película. Al menos en esta bienintencionada parábola se llega, por medio de tribunales, a cierto entendimiento y algún acercamiento entre partes tan dolidas y sufrientes, que para algo sirve el cine y su mundo ideal. En la vida real somos incapaces de comprender las motivaciones del otro para llegar a un entendimiento que preserve lo único que al final importa, la felicidad en todos sus aspectos y vertientes. A destacar las interpretaciones de prácticamente todo el elenco, especialmente la pareja protagonista, con especial mención para la contención llena de matices de Kamel El Basha, dando vida al musulmán, frente a la más previsible y extrovertida del cristiano, Adel Karam. El primero tuvo reconocimiento en Venecia, mientras el film estuvo a las puertas de hacerse con el Oscar al mejor trabajo en lengua no inglesa.
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