Quizás como trampolín de promoción de los discos que Axelrod ha grabado bajo el título genérico de Beloved Brahms, el noveno concierto de temporada de la ROSS se centró en su música, concretamente su Sinfonía nº 3 y el único Concierto para violín que escribió. En estos registros dirige a la otra orquesta de la que es titular, la de Milán, como hacía Halffter, que grababa con la Filarmónica de Gran Canaria. Puede que los maestros y maestras del conjunto hispalense debieran replantearse sus condiciones; a una buena orquesta le conviene dejar su impronta digital para ser más y mejor tenida en cuenta. En este concierto pudimos acercarnos a una etapa del compositor que pudiéramos tildar de feliz, con dos piezas que reflejan la calma y la quietud que le reportaron los paisajes primaverales y veraniegos en los que se inspiró, impregnadas de acentos melancólicos, atmósferas cálidas y una riqueza melódica y emocional que las hacen ideales para románticos empedernidos y gente tan enamorada como la joven pareja que tuve delante, que evocaron ese amor de juventud que parece infinito e inabarcable y engrosaron el elevado porcentaje de estudiantes que acudieron a este concierto motivados por la joven solista moldava.
Parece mentira que con apenas treinta años se pueda conseguir el grado de madurez expresiva y agilidad técnica que exhibió Alexandra Conunova. A lo segundo estamos acostumbrados, pero en lo expresivo la chica nos sorprendió con tal variedad de afectos y matices que convirtió su versión del concierto de Brahms en memorable. Tanto el director como la solista se decantaron por una atmósfera ligeramente atormentada y muy melancólica, combinando momentos expansivos con otros de inusitado lirismo; todo en su sitio pero inspirando tristeza acompañada de una calculada apariencia improvisatoria y abigarradas referencias zíngaras. Conunova arrancó de forma impetuosa y áspera, derivando en un sonido dulce y conmovedor, alternando así fuego y algodón. Acertó con unas cadencias impresionantemente resueltas en el primer movimiento, sensualidad y afecto en el adagio y virtuosismo exacerbado en el rondó final. La orquesta respondió con un diálogo igualmente afectuoso, atento y respetuoso, en línea con la estética planteada por la joven virtuosa. Tratándose de una pieza que en su día fue criticada por seguir patrones pianísticos, Conunova eligió paradójicamente como propina un arreglo del Preludio Op. 23 nº 5 de Rachmaninov, un revoltijo de notas y arpegios inundados de disonancias que la joven resolvió de forma magistral.
En la segunda parte tuvimos ocasión de volver a escuchar la popular Sinfonía nº 3 de Brahms, que Axelrod acometió en tono sombrío y pesadumbroso. La orquesta respondió formidablemente a nivel técnico, mientras la dirección fue rica y variada, con considerable tensión pero sin despreciar ternura y serenidad. Así lo demostró en un Poco allegretto majestuoso y emotivo, a la vez que ligeramente doloroso, que repitió tras dedicarlo con unas emotivas palabras al Padre Ayarra, apenas fallecido un par de días antes.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario