miércoles, 2 de noviembre de 2022

RAPHAËL CENDO Y SAN JUAN DE LOS INFIERNOS

XIII Festival Zahir Ensemble de Música Contemporánea. Tobías Schlierf, bajo. Antonio Torres, contrabajo. Aldo Mata, violonchelo. Carlo Prampolini, piano. Juan García Rodríguez, dirección musical. Thierry Bruehl, iluminación y puesta en escena. Max Bruckert, ingeniero de sonido. Alfonso Rubio, electrónica. Programa: Louange à l’Eternité de Jésus del Quatuor pour la fin du temps, de Olivier Messiaen; Introduction aux Ténèbres, de Raphaël Cendo. Espacio Turina, martes 1 de noviembre de 2022


Zahir Ensemble
aprovechó el crepúsculo del Día de Todos los Santos, con el de los Difuntos a la vuelta de la esquina, para inaugurar la décimo tercera edición de su Festival de Música Contemporánea, con un hito ya en su trayectoria, el estreno en nuestro país de Introducción a las tinieblas de Raphaël Cendo, una página tan emblemática tanto para este primer cuarto de siglo XXI como para estas señaladas fechas en las que la idea del infierno se adueña de nuevo de nosotros. El fin del mundo está siempre presente en nuestro horizonte, jaleado frecuentemente por continuas amenazas que afectan al orden político y social mundial, y ahora también como insoportable novedad al medio ambiente. Las guerras y la inconsciencia de la humanidad hacen resurgir este temor al final de nuestra civilización que anunciaba Olivier Messiaen en su sobrecogedor Cuarteto para el fin de los tiempos, y que sirve de eficaz dramaturgia a esta Introducción a las tinieblas, centro neurálgico de tan excepcional concierto y paradigma de la música saturada que instauraron en la primera década del siglo Raphaël Cendo y Frank Bedrossian. Precisamente para esta extraordinaria ocasión se contó con la presencia en la sala Silvio del Espacio Turina de su autor, el tan controvertido como apreciado compositor francés Raphaël Cendo.

La acongojante melancolía que define el quinto de los ocho movimientos que integran el Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen, y primera de las dos alabanzas que forman parte de su estructura, sirvió como prólogo adicional a tan estimulante estreno, como queriéndonos preparar a través del bálsamo y la honda reflexión para la devastación y profunda conmoción que habría de llegar después. Aldo Mata hizo llorar su violonchelo, siempre desde las líneas melódicas sostenidas, austeras y férreas que definen la página, y con el acompañamiento punzante de Carlo Prampolini al piano, que optó inteligentemente por hacer fluir las notas en lugar de martillearlas sistemáticamente como hacen otros. Concebida en plena Segunda Guerra Mundial durante su cautiverio en el campo de prisioneros de Görtlitz, donde el autor conoció a varios músicos con los que formó la plantilla ideal para ponerlo en marcha después ante una nutrida audiencia de desesperanzados prisioneros, la obra en su integridad exhibe la profunda fe religiosa que profesaba el celebrado compositor, y que en esta Alabanza a la eternidad de Jesús alcanza quizás su momento álgido con esa combinación de misticismo y conformismo que parece informar su estética y que los dos intérpretes supieron llevar al máximo nivel de su capacidad parta conmover.

Música surgida de la devastación

Después, el nutrido y ecléctico conjunto con el que se presentó Zahir Ensemble, apoyado en la deformante y manipuladora electrónica manejada con excelente sentido espectral por Alfonso Rubio, se enfrentó a la pieza de Cendo con resultados plenamente satisfactorios. La voz profunda y adecuadamente manipulada del bajo alemán Tobias Schlierf y la adicional, en diálogo a veces, en contraste otras, del contrabajista Antonio Torres, sobresalieron en el conjunto de maderas, metales, cuerda, piano y percusión que Juan García dirigió con su habitual mirada atenta y apabullante energía. La obra de Cendo, como la de Messiaen, se basa en los textos del Apocalipsis de San Juan, donde se describe la devastación que habrá de venir, el reino de los cielos que sustituirá nuestra civilización y el de los infiernos al que estamos condenados. El concepto de música saturada emergió especialmente en los interludios instrumentales, siempre desde el control absoluto del sonido y previa una conveniente preparación del espacio para evitar sonar estridente. A partir de ahí, y con todos los elementos especialmente comprometidos, la obra fluyó con naturalidad y perfecto sentido de la dramaturgia, envolviéndonos a la vez que provocándonos esa ansiedad que tan delicado y profético material pretende imbuir. El canto rugido en latín, los instrumentos explorando el máximo de sus posibilidades, manipulados y preparados, rasgados y deconstruidos, lograron ese efecto aterrador que parece hundir sus raíces en Ligeti y Bartók, y que tan buenos dividendos ha dado en el campo de la música cinematográfica cuando de ilustrar historias demoniacas se trata.

Raphaël Cendo en primer término, cruzando el corredor

Entre tanto entusiasmo habríamos de señalar dos aspectos negativos. Por un lado la puesta en escena de Thierry Bruehl, habitual colaborador de Zahir Ensemble en sus propuestas escénicas, que si bien acertó con una iluminación sencilla pero efectiva, resultó algo burdo en los rótulos proyectados, propios de un PowerPoint doméstico en colores rojos satánicos. Por otro lado, repetir la Alabanza a la eternidad de Jesús al final como epílogo añadido a la obra de Cendo, con el fin de tranquilizar nuestro ánimo tras tan apabullante manifestación de rabia y dolor, nos pareció superfluo e intrascendente. Preferimos salir de tan estimulante manifestación con el ánimo sobrecogido y alterado, con la rabia contenida y la fuerza para cambiar nuestro destino. Con un generoso aforo en pie, aplaudimos el esfuerzo y la iniciativa de programar eventos así, aún más si el resultado es tan sobresaliente.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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