domingo, 20 de noviembre de 2022

VIVICA GENAUX, A EXAMEN

Vivica Genaux, mezzosoprano. Gigi Pinardi, guitarra. Programa: Capriccio (Variaciones sobre un tema, sobre un texto, sobre un tema y sobre un contexto, con obras de Paisiello, Malibrán, Sor, Duparc, Mayr, Gounod, Hahn, Donizetti y Rossini entre otros). Espacio Turina, sábado 19 de noviembre de 2022


Sevilla es una ciudad inexplicablemente desconcertante. Una misma película proyectada en el Festival de Cine y en salas comerciales a la vez, provoca llenos absolutos y luchas por conseguir una entrada en el primero y un aforo decepcionante en las segundas, aunque sean considerablemente más reducidas. Pudimos comprobarlo la semana pasada con As bestas de Rodrigo Sorogoyen, que cinco días antes de su estreno oficial registró llenos apoteósicos en el SEFF, y en el mismo complejo cinematográfico una taquilla enclenque el fin de semana de su estreno. El público sevillano acude en masa a ver cine en versión original a los Cines Avenida, mientras ignora cruelmente el esfuerzo que hacen otros cines por ofrecer esa posibilidad con otros títulos que no han estrenado los cines de Marques de Paradas. Pues algo parecido pasa con la música. El público acude en masa al Maestranza, que aunque últimamente registre aforos menos agradecidos que antaño, sigue ocupando la mayoría de sus numerosos asientos. Y llena el Turina con propuestas tan consolidadas como la Barroca, pero este mismo espacio programa la que es sin duda la cita estrella de su temporada, la que ayer convocó a la extraordinaria mezzo Vivica Genaux, y nos asombra que la sala apenas registre un tercio de su capacidad. Ella misma llenó el mucho mayor aforo del Maestranza cuando hace cuatro años cantó junto a Ann Hallenberg. Precisamente allí la encontramos también por primera vez a finales de los noventa con Alahor en Granada de Donizetti, y desde allí la disfrutamos en streaming el año de la pandemia con Argippo de Vivaldi.

Con rabia podríamos decir que el público sevillano dio la espalda a Vivica Genaux anoche en el Turina, y eso que los precios eran de chiste. Pero el que acudió supo apreciar el talento y la brillantez de su voz y de su encanto personal, y eso que el programa no podía ser menos convencional. Cuatro bloques en torno a las variaciones que convocó piezas de muy distinto calado y estética alrededor de un aria, Nel cor più non mi sento, de La molinara de Paisiello; del texto Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe; de Venecia como tema; y de transcripciones de arias para ser interpretadas en un entorno doméstico. Un esfuerzo descomunal y sin pausa para cualquier voz, que Genaux despachó de un plumazo y sin atisbo de agotamiento alguno. Cierto que su voz se ha resentido un poco a lo largo de tantos años, ha perdido quizás brillo pero en absoluto volumen, se aprecia cierta nasalidad que no recordamos sufriese antes, y acusa puntualmente algunas estridencias cuando cambia de color, además de algún que otro defecto en el control de la respiración. Pero esto es buscarle tres pies al gato, porque en conjunto su canto y su actitud no pueden ser más satisfactorios, dignos de provocar el mayor de los entusiasmos, un puro espectáculo.


Un capricho apasionante

La suya no solo es una mera interpretación musical sino todo un dechado de actuación, llena de contrastes, cómica cuando la cita lo demanda, seria y atormentada en otros casos, siempre perfecta en actitud y en registro. Y no digamos en cuestión de coloratura, capaz de las agilidades más circenses en las variaciones a las que diversos autores, entre ellos María Malibrán y Fernando Sor, sometieron el aria de Paiseillo, o en la famosa cavatina Di tanti palpiti de Tancredi de Rossini con la que acabó el programa, autor con el que la mezzo ha mantenido siempre una más que saludable relación. Destacamos también su facilidad para enfrentarse a diversos idiomas, y su perfecto y fluido castellano cuando se dirigió al encandilado público, y disfrutamos muchísimo con su simpatía y demostrada comicidad, como pudimos comprobar por ejemplo en la versión en alemán de Il segretto per esser felici de Lucrezia Borgia de Donizetti.

Echamos en falta sin embargo algo de ese barroco en el que tanto se especializó antes de ampliar su repertorio al romanticismo y más allá, pero en cambio descubrimos a una magnífica intérprete de canción italiana, como demostró en la propina napolitana y en el bloque que dedicó a Venecia, y corroboramos su capacidad para entonar musicales, siguiendo así la estela de sus compañeras y compañeros norteamericanos, con la otra propina, Mira de Bob Merrill, en perfecto estilo. En definitiva, una noche inolvidable, con una cantante sumamente elegante en el canto, en la interpretación, en la actitud y en el atuendo, y con la colaboración inmejorable de Gigi Pinardi, quizás consecuencia de su fructífera relación con la Europa Galante de Fabio Biondi, que aportó al conjunto una delicadeza y una ductilidad no al alcance de cualquier intérprete, siempre en perfecta armonía y equilibrado diálogo con esta diva para nada caprichosa, capaz de superar con sobresaliente el examen al que le sometió tan exigente y variado programa.

Fotos: Luis Ollero
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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