domingo, 11 de febrero de 2024

DIOTIMA REPRODUCE LOS COLORES Y TEXTURAS DE LIGETI

Cuartetos de cuerda en Turina. Quatuor Diotima: Yun-Peng Zhao y Léo Marillier, violines. Franck Chevalier, viola. Alexis Descharmes, violonchelo. Programa: Cuartetos de cuerda nº 1 “Métamorphoses nocturnes” y nº 2; Andante y Allegretto para cuarteto de cuerda, de Ligeti. Espacio Turina, sábado 10 de febrero de 2024


Antes de asistir desde casa al escarnio y la vergüenza que nos ha suscitado la lluvia de Goyas a La sociedad de la nieve, un film que sin duda merece varios reconocimientos, ¡pero no todos!, frente a la desolación de un film tan hermoso como Cerrar los ojos, a nuestro juicio la mejor película del año, firmada por un imprescindible de nuestro cine como es Víctor Erice, nos acercamos al Espacio Turina obligados por una cita imprescindible e ineludible, que tampoco logró el reconocimiento que merecía. Porque no dejamos de asombrarnos con la escasa afluencia de público que concitan propuestas tan lujosas como la que ayer nos hizo este ya emblemático espacio. Poder disfrutar de un cuarteto tan prestigioso como el Diotima, y hacerlo además con un programa tan seductor como la integral de obras para cuarteto de cuerda de Ligeti, merecía una mayor respuesta de público, que paradójicamente llena las matinales de cámara de la Sinfónica, lo cual nos parece estupendo, pero no nos ayuda a comprender por qué estas otras manifestaciones cuentan con tan poco apoyo. La respuesta creemos volver a encontrarla en la querencia de esta ciudad por los espacios, el cine en versión original sólo en el Avenida, la música mejor en el Maestranza, y sobre todo en la ignorancia, aunque un poco más de promoción también podría funcionar. Además, estamos celebrando este año el centenario de Ligeti, y sólo el Espacio Turina y Juan García Rodríguez parecen haberse hecho eco de esta importante efemérides, tras la interpretación que Zahir Ensemble hizo en octubre pasado del Concierto para violín y orquesta, y más tímidamente esas Metamorfosis que abrieron la temporada de la Sinfónica Conjunta.

Lo cierto es que no debió llegar al centenar las personas privilegiadas que disfrutaron anoche de un concierto tan fundamental como el que el Cuarteto Diotima ofreció desgranando como nadie mejor que ellos actualmente saben hacer, el universo sonoro de un compositor esencial del pasado siglo, György Ligeti, ofreciendo además una visión bastante completa y compleja de su trabajo, con carácter eminentemente progresivo, ya que pasamos de un primer cuarteto, ya atrevido y vanguardista pero todavía fijo en las influencias que Bartók o Berg hicieron en su caligrafía, al otro, inmerso ya en un estilo propio y rompedor, donde el color se erige en protagonista absoluto y su técnica de la micropolifonía ha alcanzado la perfección. Como bisagra una obra de juventud más atenta a la herencia clásica y condescendiente con la estética imperante en su Hungría natal entonces, tan aislada de Occidente e incluso del resto de países enmarcados dentro del telón de acero.


Los cuatro integrantes del Diotima exhibieron desde la primera a la última nota una seguridad y una confianza digna de sus talentos. Crispación sin estridencia fue lo que más caracterizó a un primer cuarteto tocado con tanto sentido de la responsabilidad como de la excelencia técnica. Fruto sin duda de un trabajo concienzudo, la suya fue una recreación de este complejo y difícil cuarteto desde la atención más absoluta, la suya y la que fueron capaces de conseguir de nosotros y nosotras. Inspirado en los cuartetos números 3 y 4 de Bartók y en las Variaciones Diabelli de Beethoven, otro de sus grandes referentes, la obra plantea un juego cromático y de texturas al que resulta muy difícil adaptarse con éxito. El Cuarteto Diotima lo logró con una capacidad absoluta para recrear sus pasajes más agitados, haciendo gala de controlar perfectamente el caos, y los más refinados, como ese tiempo de vals que protagoniza uno de los pocos momentos amables de la pieza, o el inquietante pizzicato que informa el subito prestissimo. Tan implacables en los ataques más desatados como refinados y exquisitos en los acordes más sinuosos, el resultado final fue de los que dejan sin aliento, convencidos de haber tenido el privilegio de escuchar esta sensacional obra en manos de los mejores especialistas.

Tras una obra de juventud, escrita para el examen final en la Academia Franz Liszt de Budapest, con un lenguaje todavía tradicional y convencional, el Andante y Allegretto que Diotima desgranó con sentido del volumen y gracia para transmitir su carácter amable y distendido, el Cuarteto nº 2 se erigió en toda una experiencia sensorial. Aquí el juego cromático se convierte en perfección sonora, y las texturas cobran una especial relevancia, obligando a los giros, inflexiones y sonoridades más complejas e inimaginables en unos instrumentos tradicionales y nada preparados ni intervenidos. Cada movimiento refleja una realización diferente de la misma idea básica, con voces y texturas a veces fluidas y otras mecánicas, como ese movimiento central en pizzicato arrítmico que Diotima convirtió en toda una lección de contraste y volumen. Con un control ejemplar del sonido y de ese estilo particular expresionista y ultracongelado, como le gustaba definirlo a su autor, la experiencia acabó calando en un público que exhibió además ese respeto absoluto y dedicación total, traducida en silencio sepulcral, que demandamos siempre en este tipo de exhibiciones. Como propina, un arreglo de la Bagatela nº 1 para quinteto de viento, puso la guinda final y sirvió para relajar con sentido del humor la infinita inquietud que nos dejó la magistral interpretación del Cuarteto nº 2, y de todo el programa en general.

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