Que la Barroca hiciera coincidir este concierto de su temporada con el Festival de Música Antigua, y que éste acabe siempre el Sábado de Pasión, ayudó a acotar las fechas de celebración del FeMÀS con suficiente antelación, dado el retraso con el que sus organizadores suelen anunciarlo. Que además programase dos sesiones seguidas del mismo concierto para cumplir con sus numerosos e incondicionales seguidoras y seguidores, entra ya en los límites de la proeza, y que ni siquiera acusase cansancio es prodigioso. El programa fue otro aliciente: la noche como tema, como escenario de cortejos y celebraciones, o ambas cosas a la vez.
Con la serenata Der Nachtwächter de Heinrich Ignaz von Biber se dieron ambas circunstancias, pieza para ser interpretada de noche y con tema nocturno, el sereno, que encontró en las voces de Alejandro Casal, Guillermo Martín y Ventura Rico el sustituto ideal del bajo y pretexto perfecto para la comicidad, aunque sus voces estuvieran más cerca del canto de goliardos que de un sereno alemán. La scordatura y el contrapunto característicos del compositor bohemio se notó quizás en exceso, hasta el punto de provocar más de un desencuentro con tendencia al barullo. Nada que la sinfonía introductoria de La Senna festeggiante no corrigiera con resultados óptimos, como ya ocurriera hace algo más de un año cuando la orquesta interpretó esta serenata vivaldiana en su integridad, también a las órdenes de Onofri. La energía y el empuje característicos de la Barroca se hizo patente también en el Concerto grosso nº 1 que Francesco Barsanti compuso a partir de las Sonatas Nocturnas de Sammartini, donde Onofri y Alexis Aguado protagonizaron un competente duelo algo sofocado por el resto de la cuerda, al igual que la flauta de Vicente Parrilla en el Concierto RV 439 de Vivaldi, cuyo sonido apagado deslució de forma inesperada en un intérprete consumado como él, a pesar de su dominio de la respiración y las articulaciones.
Los efectivos de la Barroca demostraron ser unos fuera de serie en las dos últimas piezas, una Música nocturna de las calles de Madrid de Boccherini que nos dejó con la boca abierta, empezando con el feliz descubrimiento de Diana Vinagre al violonchelo, de fraseo elegante, matizado y muy expresivo. También Onofri hizo gala aquí de su versatilidad y calidad como violinista. La original (y de título redundante) Serenata Nocturna de Mozart, por su estética concertista, el magnífico uso de timbales (espléndido Pepe Tur) y la confrontación entre cuarteto y tutti, se saldó con una interpretación excelente en la que los músicos incluso se permitieron el lujo de recrear solos como si se tratase de una jam session.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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