La música cortesana francesa del siglo XVII apenas ha tenido una gran difusión hasta hace aproximadamente treinta años, cuando su presencia en salas de concierto y grabaciones ha sido reivindicada por músicos de la talla de Jordi Savall, propiciando la proliferación de formaciones como La Reverencia, que han encontrado en el repertorio el filón perfecto para poner en escena programas de lo más diverso y atractivo. Lo curioso es que junto a esta labor musicológica se haya recuperado la memoria de Luis XIV, rey de Francia y Navarra, paradigma de la monarquía absoluta y hoy sin embargo más asociado a su mítica y exquisita sensibilidad, en lo que a música y danza se refiere. Una recreación de la música que podría escucharse en su alcoba, al despertar y acostar del monarca, constituyó la propuesta del grupo comandado por el clavecinista Andrés Alberto Gómez.
Tres de los más reputados músicos de la corte centraron un meticuloso y delicado programa en el que se alternaron, en tres bloques perfectamente definidos y delimitados, obras instrumentales con arias de ópera y tonadas dramáticas escritas ex profeso para la vida en palacio. Las tres piezas en trío de Marin Marais seleccionadas recibieron de los integrantes de La Reverencia un trato elegante y exquisito, apoyado en el delicado fraseo de las flautas, de pico y travesera, de Iván Sánchez y José Fernández Vera, el violín perfectamente articulado y en estilo de Pavel Amilcar y el bajo continuo en el que no podía faltar el instrumento fetiche del autor, la viola da gamba, de la que Sara Ruiz extrajo un sonido poderoso, sedoso y maleable, y el clave de Gómez, que protagoniza la sesión matinal de este domingo en el mismo Espacio Santa Clara. La tiorba de Rafael Muñoz lució mejor en las arias de corte de Michel Lambert, maestro de capilla en la misma época en que Lully creaba algunas de sus óperas más memorables a la sombra de la vida palaciega, acompañando con precisión y elegancia las piezas cantadas.
En este sentido, la mayor sorpresa la recibimos de la voz perfectamente colocada y expresivamente impecable de la soprano francesa, y también clarinetista, Perrine Devillers. Alumna de Andreas Scholl entre otros, su voz cálida y potente, aterciopelada y segura, se adaptó como un guante, siempre según textos de Philippe Quinault, a la estética melancólica de las composiciones de Lambert, así como a las más autoritarias y enérgicas de las óperas de Lully, Teseo y Armide, más popular la segunda por más que apenas se represente a pesar de la recuperación aludida. Su timbre espeso y dramático se acerca ocasionalmente a la tesitura de una mezzosoprano, lo que multiplica las posibilidades de una voz preciosa que nos encandiló de principio a fin, añadiendo a ello una fuerza expresiva encomiable que sobresalió por encima del buen hacer y la impecable factura técnica del resto del conjunto.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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