Hace años que el Ayuntamiento de Moguer apuesta por la cultura, y lo hace a través de un programa educativo del Liceo Municipal de la Música que consiste en poner en escena musicales emblemáticos con la participación del profesorado y alumnado de dicha institución, con resultados sorprendentes. Su anterior espectáculo, El fantasma de la ópera, ya nos entusiasmó por su insospechada calidad, en una versión semiescenificada con acompañamiento orquestal en escenario, muy por encima de la calidad que a priori, lo confesamos, esperábamos. La apuesta salió bien y ahora sus artífices, encabezados por el director musical Iván Macías, se ha atrevido con un título enteramente original, la adaptación de la célebre novela de Emilio Zola Germinal, varias veces llevada al cine, la última con Gerard Depardieu como protagonista. Su argumento tiene un fuerte componente de actualidad, en estos difíciles tiempos en el que tanta gente ha visto diezmados sus derechos y libertades a causa de una clase política incompetente que ha favorecido al empresario, cada vez más rico, frente al proletariado, cada vez más pobre. Es lo que denunciaba Zola a propósito de las lamentables condiciones laborales y económicas de la mina, y con mucha intención ha adaptado el escritor de Moguer Félix Amador, especializado como él en realismo y denuncia de injusticias.
Amador y Macías son los autores de un musical enteramente hecho aquí, con pocos precedentes en el país salvo en la más melómana Cataluña. Tras su velado paso por Madrid el verano pasado, le ha tocado el turno a Sevilla, donde hemos podido comprobar que el resultado merece mucho la pena y convierte a la apuesta del Ayuntamiento, el Liceo y la Fundación Primitivo Lázaro, también onubense, en ganadora. Aficionados y aficionadas de la ciudad, junto a algunos profesionales, han hecho realidad un sueño, con apariencia cien por cien de profesionalidad. A ello han ayudado considerablemente la dirección escénica, ágil, brillante y nada rancia, de Mike Ashcroft, proveniente de la Royal Shakesperae Company, y la precisa y muy ajustada escenografía del académico Juan Ruesga, que ha creado una utilería excelente, acomodada con brillantez al presupuesto. En el escenario la banda municipal reforzada con teclado y cuerda, en su mayoría jóvenes que nos regalaron una interpretación poderosa y potente de una brillante partitura en números cerrados que echó mano del aire marcial de Holst, la música del Malecón (estupenda escena en casa de los dueños de la mina), y por supuesto toda la influencia romántica de musicales como Los miserables, los títulos de Lloyd Webber y las películas de Disney musicalizadas por Alan Menken, o las partituras de Maury Yeston (Nine, Titanic), que orquesta y cantantes defendieron con excelentes resultados. Atención también a una medida coreografía y escenas cómicas como la de la taberna, con estupendo solo de violín a la rusa, o la de la tienda, con tímida coreografía a lo Busby Berkeley incluida.
Repetían muchas de las voces de El fantasma de la ópera, con la sevillana Virginia Carmona, profesora del Liceo, entonando magníficamente su muy dramático papel, la natural de Moguer Soraya Méndez exhibiendo su brillante tesitura de soprano lírica, o las excelentes voces de David Romero y Francisco Javier Sánchez, sin olvidar al resto del elenco, todos y todas estupendos. Una dramaturgia fácil de seguir, a pesar de una megafonía que falló frecuentemente, y cierto desequilibrio entre orquesta y cantantes que convendría pulir reorquestando las piezas para evitar tanto forte, así como una brillante dirección redondearon un espectáculo emocionante y emotivo, con continuos crescendi emocionales y un acabado que merece atención por parte de los empresarios para convertirse en un merecido éxito en la Gran Vía de Madrid, de donde podríamos exportar un musical enteramente español, como los franceses hicieron con Los miserables y Miss Saigon.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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