Guión y dirección Arantxa Echevarría Fotografía Pilar Sánchez Díaz Música Nina Aranda Intérpretes Zaira Romero, Rosy Rodríguez, Moreno Borja, Rafaela León, Carolina Yuste Estreno en Festival de Cannes (Quincena de Realizadores) 15 mayo 2018; en salas comerciales 7 septiembre 2018
Tan sencilla como directa, hay mucho de una realizadora firmemente comprometida con la cuestión de género y firmante de numerosos documentales, especialmente para la televisión, en la cándida y tierna imagen que da en su película del amor lésbico y natural entre dos jóvenes gitanas. No hay seguramente buen cine en esta película repetimos sencilla y directa, pero alcanza con creces los objetivos que se marca, y pudimos comprobarlo in situ con la pandilla de adolescentes de etnia gitana que tuvimos justo detrás de nuestra fila, y que pasaron con total convicción del escándalo a la comprensión. Siempre hemos criticado que este tipo de productos para la concienciación social sólo llegue a quienes ya estamos concienciados, por eso sería aconsejable que se estrenaran en espacios más adecuados al público que necesita de su mensaje. En este caso no cabe duda de que la comunidad gitana acude a verse en pantalla, como suelen hacer por ejemplo otros colectivos como el homosexual, aunque no pise el cine en apenas otras ocasiones. Pero Carmen y Lola va más allá, porque una vez captado ese público potencial, convence con su mensaje conciliador, abre los ojos y triunfa en su intención educativa. La realizadora vasca Arantxa Echevarría adopta una estructura muy clara y sencilla, mostrando primero las costumbres de la comunidad que retrata, sin juzgarlas ni condenarlas, muy al contrario divierten y atraen en su colorido y alegría. Prosigue mostrando el comportamiento machista en el seno de las familias, así como el papel una vez más castrador de la religión. Abonado el campo, narra una preciosa historia de amor entre dos bellas y muy jóvenes gitanas, una lesbiana de vocación, la otra suficientemente fuerte y decidida como para probar y cambiar sin temer las consecuencias. El sufrimiento del primer amor no siempre correspondido, así como la incomprensión y la frescura de sus protagonistas no profesionales, atrapan al espectador implicándole y haciéndole partícipe de esta denuncia de la intolerancia, el machismo y la sinrazón, más grave aún cuando sólo se trata de amor. Echevarría aprovecha además para hacer algo tan necesario como visibilizar el papel de la mujer en el cine, contando en todos los apartados con el protagonismo femenino, incluidas la fotografía y una sutil banda sonora que corona y sirve de contrapunto a los cantos y rumbas que salpican la cinta. Hay subrayados evidentes, como esa atalaya omnipresente, los pájaros, el mar; pero no chirrían ni molestan, incluso son bienvenidos si así complementan un discurso necesario que debería llegar al público que lo merece, en lugar de perder el tiempo en vacuidades llenas de pretensiones y malas como un dolor, y pienso en Yucatán, gran e injusta triunfadora de la taquilla nacional.
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