Hemos descubierto hace apenas unos días la magnífica serie de Televisión de Cataluña Merlí, emitida desde 2015 y cuya fama se ha ido extendiendo progresivamente gracias al socorrido boca a boca. En ella asistimos al descubrimiento de la vida y el libre pensamiento de unos jóvenes estudiantes de bachillerato gracias al estímulo y la motivación que les provoca su profesor de filosofía, el Merlí del título. De siempre hemos sentido un especial interés por reivindicar una juventud responsable y trabajadora, haciéndonos eco de sus logros y anhelos, especialmente en estos delicados tiempos en los que la desesperanza parece haberse adueñado de ella. Por eso se ha convertido en una necesidad recuperar a estos dos músicos, el sevillano Javier Comesaña y el madrileño Matteo Giuliani, que el pasado julio protagonizaron un concierto en los Jardines del Alcázar al que no pudimos asistir. La oportunidad nos la ha brindado el ciclo de Música en el patio que desde hace quince años se celebra en el precioso y muy ilustrado patio barroco del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, localidad donde Comesaña nació hace apenas diecinueve años, los mismos que tiene su compañero de viaje de largo recorrido, Giuliani.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
MÚSICA EN EL PATIO CON JAVIER COMESAÑA Y MATTEO GIULIANI: ENTREGA Y RESPONSABILIDAD
15º Ciclo Música en el patio. Javier Comesaña, violin. Matteo Giuliani, piano. Programa: Obras de Albéniz, Rachmaninov, Sibelius, Chopin, Liszt, Brahms, Wieniawski y Paganini. Patio del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, martes 11 de septiembre de 2018
Dos jóvenes músicos con las ideas muy claras y un alto nivel de autoexigencia y responsabilidad que plasmaron en un recital confeccionado para exhibir sus habilidades, tan distinto del más serio y exigente a nivel expresivo que presentaron en el Alcázar, pero más si cabe a nivel técnico, con piezas concebidas por sus ilustres arreglistas para exprimir sus posibilidades instrumentales. Comesaña hizo alarde ante su público natural de una enorme entrega y sentido de la responsabilidad, arrancando con color local en una Sevilla de Albéniz en la que supo combinar gracia y talento sin folclorismos gratuitos, siempre desde la elegancia más absoluta y haciendo un uso muy controlado del vibrato. La siguió un arreglo del gran virtuoso Fritz Kreisler del tercero de los Seis Romances Op. 38 de Rachmaninov, donde pudimos comprobar la sintonía entre ambos músicos, con Giuliani haciéndose especialmente eco de la sensualidad y profunda melancolía de la pieza. Pero fue el Adagio di molto de Sibelius donde más se evidenció el alto grado de emotividad del violinista, tan implicado en su elegíaca tristeza que parecía atisbarse el dolor en su rostro, antes de desplegar una versión de Sarasate del Nocturno Op. 9 nº 2 de Chopin mecido como una nana.
Giuliani atacó con ímpetu, fuego y lirismo el Estudio trascendental nº 8 de Liszt, dando paso a un arreglo de Ernst Schliephake del nocturno alla marcia de Rachmaninov, autor también presente en la melódica y muy aplaudida propina, articulado con tanto sentido del ritmo como de la proporción. Dos danzas húngaras de Brahms arregladas por Kreisler y el también legendario Joseph Joachim, pusieron la nota bohemia, manteniéndose una sabia complicidad entre los artistas. Un amable y edulcorado vals de Henryk Wieniawski y la consabida traca final made in Paganini, a través de los arreglos de Szymanowski de su Capricho nº 24, con Rachmaninov de nuevo en el subconsciente, dejaron buena constancia del talento y la furia de estos intérpretes con toda una vida por descubrir y devorar.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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