viernes, 14 de septiembre de 2018

MISA DE 8 EN LA SINAGOGA PARA ARRANCAR LA XXIX TEMPORADA DE LA ROSS

XXIX Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. José María Gallardo del Rey, guitarra. Kelley Nassief, soprano. Judith Pisar y Leah Pisar, narradoras. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Escolanía de los Palacios. John Axelrod, director. Programa: Concierto para guitarra y orquesta “Sefarad”, de Samuel Zyman; Sinfonía nº 3 “Kaddish”, de Leonard Bernstein. Teatro de la Maestranza, jueves 13 de septiembre de 2018

Judith y Leah Pisar
La ROSS inauguró temporada y nuevo horario, treinta minutos antes de lo acostumbrado, por todo lo alto y en medio del revuelo suscitado en la casa que la acoge a costa del relevo del gerente y el director artístico del coliseo para fundir ambos cargos en una misma persona. Llamó la atención cómo en el programa diseñado para este monumental arranque se incluyera una composición nueva cuya estética y resolución entroncara tanto con la Bienal de Flamenco, evento que prácticamente monopoliza estos días la actividad cultural de una ciudad que en pleno septiembre echa de menos las Noches en los Jardines de agosto, ironías de la vida. Por otro lado, el generoso e inigualable homenaje que Axelrod y la orquesta han brindado a Leonard Bernstein en el centenario de su nacimiento, culmina estos dos primeros meses de temporada, con su Sinfonía Kaddish como gran colofón al que seguirá en octubre una guinda testimonial en forma de extracto del ballet Fancy Free.

José Mª Gallardo del Rey
El compositor argentino Samuel Zyman se ha basado en una suite previa para guitarra del también compositor y guitarrista mexicano Sergio Bross para dar vida a su inane concierto para guitarra y ofrecérselo al muy reputado José María Gallardo del Rey, que ya interpretó aquí hace un par de temporadas su particular revisión del Concierto de Aranjuez. La pieza de Zyman pretende ilustrar la convivencia, no siempre en armonía, de tres culturas en la España medieval; pero en lugar de explorar sonoridades y estéticas de la música sefardí, contemporizarlas sin que ello tenga obligatoriamente que suponer el uso de lenguajes vanguardistas, y buscar vías de comunicación que no transiten por caminos marchitos, Zyman opta por un ejercicio puramente festivalero, más apropiado para un espectáculo ecuestre o fuegos artificiales en la Expo que para una sala de conciertos seria. Ni siquiera sus pasajes líricos o melódicos cuentan con un mínimo de inspiración, mientras el resto apenas funciona de cara al lucimiento de un guitarrista enfrentado a una página de escasa complejidad y virtuosismo. Tanto Zyman como Bross estuvieron allí para recibir los plausos de un público sin embargo encantado.

Kelley Nassief
Muy diferente resultó la costosísima puesta en escena de la tercera y última de las sinfonías de Bernstein, en una versión reciente que podríamos considerar una perversión del concepto original. Bernstein la compuso a finales de los cincuenta y solicitó a Samuel Pisar, abogado, intelectual, superviviente del holocausto nazi y amigo personal del compositor y director de orquesta, un texto para encajarlo en su partitura. Pisar entonces no encontró las palabras justas y al final se estrenó con texto del propio Bernstein, inspirado en el Kaddish (Santificado) judío, en el que el fiel dialoga de tú a tú con Dios, reprochándole su pasividad ante las tragedias de su pueblo. El atentado de las Torres Gemelas impulsó, cuarenta años después, el texto de Pisar que no concibió en su momento, donde se sustituyen las dudas sobre la existencia de Dios que Bernstein derramaba en la versión original que luego retocaría en lo musical en 1977, por esos reproches hacia una actitud que al final se justifica y perdona, a un Dios cuya existencia ya no se pone en entredicho. Cabría preguntarse si Bernstein hubiera autorizado este cambio de pensamiento, más en una época actual en la que sin dejar de condenar el salvajismo y la barbarie nazi, merece también reconocer la moneda con la que Israel paga a sus vecinos palestinos. De cualquier forma las palabras de Pisar estremecen como recuerdo vivo y directo de unas amargas e insufribles experiencias que jamás deberían repetirse. El estreno de la obra por la ROSS contó con todos los efectivos posibles, viuda e hija de Pisar incluidas, abanderadas de la Unesco y los programas culturales Aladdin y CultureAll, que ejercieron de narradoras con una templanza digna de todos los elogios y un tono desgarrador, más cuando participaba la voz muy grave de la esposa Judith que cuando le tocaba el turno a la más melodiosa y suave de la hija Leah, ambas manteniéndose heroicamente en pie durante la casi hora de duración de esta versión cuyo original apenas sobrepasaba los cuarenta minutos. La parte cantada en hebreo la resolvió la soprano Kelley Nassief con humildad y mucho respeto, quizás una voz algo pequeña pero perfectamente colocada y de tonalidades muy aterciopeladas, no en vano conoce muy bien la página, que ha cantado en más de veinte ocasiones y grabado junto a Marin Alsop, la Sinfónica de Baltimore y la actriz Claire Bloom, esposa de Laurence Olivier e inolvidable protagonista de Candilejas de Chaplin. También la participación del Coro del Maestranza fue ejemplar, mientras los niños y niñas de la Escolanía evidenciaron cierta tendencia a lo estridente en esta por otro lado compleja partitura para ser abordada por artistas de tan corta edad. Las texturas metálicas y los abruptos cambios de registro de esta pieza que aúna con portentoso talento la tradición tardorromántica con las vanguardias del siglo XX, encontraron en la batuta de Axelrod, devoto del legendario compositor, y los maestros y maestras de la orquesta unos mediums impecables, si bien algunos echamos en falta una pizca más de furia y agresividad en los pasajes más dramáticos. Ver toda esta parafernalia en escena ayuda sobremanera a disfrutar de una música cuya sobrecarga textual hace más difícil su audición desnuda.

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