miércoles, 22 de abril de 2020

PETER BOGDANOVICH, UN LARGO Y DEFINITIVO AMOR... AL CINE

Igual que hay películas que en su día obtuvieron un gran éxito de crítica y el respaldo unánime del público a las que el paso del tiempo trata mal o muy mal, también las hay que fueron vapuleadas hasta lo indecible, que no conectaron con el público de su época y sin embargo sí lo hicieron con el del futuro, convirtiéndose en auténticas obras de culto o recibiendo al menos el apoyo que merecían y que en su momento no obtuvieron, obligadas a dormir en el limbo de la incomprensión. No debió sentar muy bien entre la prensa especializada de mediados de los setenta del siglo pasado que uno de los suyos, un cronista, escritor, crítico y periodista como Peter Bogdanovich se lanzara al cine de la mano de Roger Corman, a quien conoció en un preestreno, y dirigiera con éxito un film en cierto modo mítico, El héroe anda suelto (Targets), sobre un francotirador que siembra el terror en un autocine. También a sus órdenes, aunque bajo seudónimo, dirigió la extravagante Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas. Mucho menos debió gustar que con su tercera película, apenas dos años más tarde, lograra un éxito desmesurado que le catapultara directamente a los Oscar. La última película (The Last Picture Show) supuso el trampolín de salida para estrellas como Jeff Bridges y Cybill Shepherd, quien a raíz de esta colaboración se convertiría en pareja de Bogdanovich y propiciaría su divorcio de Polly Platt, diseñadora de decorados a quien muchos consideraban alma mater de los primeros y sonados éxitos del director norteamericano de origen serbio y austriaco.

Peter Bogdanovich
Sin duda son muchos factores para sospechar que tras varios éxitos consecutivos, entre ellos las célebres ¿Qué me pasa, doctor? a mayor gloria de Barbra Streisand y Luna de papel, que reunió a Ryan O’Neal con su hija Tatum, ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria mucho antes de que se limitara la edad para optar a dicho galardón, los y las colegas de tan impertinente creador le dieran la espalda y buscasen la excusa perfecta para hundir su carrera. La encontraron en dos películas protagonizadas por Shepherd, que nunca logró integrarse en el sistema hollywoodiense. Daisy Miller (Una señorita rebelde) no gustó a pesar de tratarse de una adaptación del muy querido Henry James, y mucho menos lo hizo At Long Last Love, un musical al estilo de los años treinta con el que este cinéfilo empedernido diseñó un doble homenaje, a las canciones de Cole Porter y a la comedia cínica y desenfadada de Ernest Lubitsch. A todo eso hay que sumar la pérdida de popularidad que el musical clásico sufrió en los últimos años, discretamente salvado por adaptaciones de éxitos del rock como Tommy, Jesucristo Superstar o The Rocky Horror Picture Show, que llegaría hasta principios de los ochenta, devorando las posibilidades de ese otro musical nostálgico que fue Dinero caído del cielo, la obra maestra de Herbert Ross.

La pasión de Bogdanovich por los grandes clásicos, que le llevó a devorar de joven unas cuatrocientas películas al año y a escribir libros de referencia sobre John Ford, Orson Welles, Howard Hawks y la plana mayor de los grandes directores e intérpretes del Hollywood clásico, se tradujo en una filmografía donde abunda el tributo a una época irrepetible, con cintas como Nickelodeon (Así se formó Hollywood) o The Cat’s Meadow (El maullido del gato) sobre el supuesto asesinato del director Thomas Ince por el magnate de la prensa William Randolph Hearst, una de sus últimas películas. En medio títulos como las interesantes Máscara, con Cher, y Saint Jack, producida por Playboy, lo que propició que para su siguiente película, Todos rieron, otro título homenaje, en esta ocasión a una canción de Gershwin, y último trabajo protagónico de Audrey Hepburn, contara con la presencia de Dorothy Stratten, Miss Playboy 1980, con quien inició una relación que derivaría en el asesinato de la playmate por parte de su marido, episodio documentado por Bob Fosse en su malogrado testamento cinematográfico, Star 80. También el teatro ha nutrido a este polifacético director, con películas como Lío en Broadway, su última cinta hasta el momento, y Noises Off (¡Qué ruina de función!), su celebrada adaptación de una obra que ha dado la vuelta al mundo, aquí con el título Por delante y por detrás, que pudimos ver en Sevilla hace mucho en el entonces Teatro Imperial de la calle Sierpes.

Intercambio de parejas
Nuestro primer contacto con At Long Last Love fue en Televisión Española a principios de los noventa, bajo el título de Un largo y definitivo amor. Más tarde se le ha conocido como Por fin, el gran amor, que es como se bautizó en varios países latinoamericanos. El fracaso estrepitoso que supuso su estreno en 1975, deprisa y bajo un montaje calamitoso que le cercenó hasta veinte minutos de metraje, provocó que la cinta cayera en el olvido. Una copia no autorizada o bootleg como se conoce en el medio, fue lo que circuló durante años, fundamentalmente en VHS, incluida su incursión en nuestra televisión, hasta que a principios de la década pasada Netflix se interesó por una copia reeditada en 1979 por un aficionado que recuperó aquellos veinte minutos perdidos y le devolvió parte de su intención original, a lo que se sumó la intervención del propio Bogdanovich añadiendo algunos minutos más hasta lograr la versión definitiva de 2013, editada lujosamente en DVD y BlueRay. Una nueva edición que sin embargo prescinde de un divertido It Ain't Etiquette que cantan y bailan en la calle, sin que eso pase desapercibido entre los viandantes, Cybill Shepherd y Eileen Brennan, reciente su éxito como secundaria en El golpe, número que sí pudimos ver en aquella copia primitiva. Cuando se estrenó la crítica se cebó especialmente con el reparto, elegido por Bogdanovich precisamente y con toda la intención entre actores y actrices sin experiencia en el musical y con dudoso talento para abordarlo, entre ellos Burt Reynolds, que sustituyó al inicialmente seleccionado Elliot Gould y mostró un gran interés por estrenarse en el musical. El elenco lo completan Madeleine Kahn, curtida en la comedia alocada con el propio Bogdanovich (¿Qué me pasa, doctor?) y sobre todo Mel Brooks (Sillas de montar calientes, El jovencito Frankenstein y más tarde Máxima ansiedad), Diulio Del Prete, un joven italiano que había participado en Daisy Miller y que Bogdanovich creía se convertiría en una gran estrella, y John Hillerman, que aunque criado en Texas, aportaba el talante británico que más tarde le haría famoso como mayordomo de Tom Selleck en Magnum P.I., dando vida al inerte mayordomo de Reynolds.

Kahn, Reynolds, Shepherd y Del Prete en una de las
secuencias recuperadas en la versión definitiva
El director decidió que los números musicales se rodaran al estilo de los de películas de Lubitsch como Una hora contigo, El desfile del amor, La viuda alegre y El teniente seductor, en directo y del tirón, lo que debido a la escasa experiencia del reparto provocó numerosos retrasos y repeticiones. El pretexto era una colección de canciones que Shepherd facilitó a su novio tras grabar un disco titulado Cybill Does It… to Cole Porter. El concepto era el de Jukebox Musical Comedy, un tipo de cine que aprovecha el material argumental tras las letras de canciones ya concebidas para tejer una historia en este caso sentimental sobre parejas que se enamoran y se intercambian en un juego de celos y seducción. El resultado, a pesar de todas las vicisitudes y cortapisas, llegándose incluso a tildar en su época de una de las peores películas de la historia del cine, no puede ser más simpático y desenfadado, además de glamuroso, asistiendo a una sucesión de episodios en los que tres atractivas parejas, una de ellas entre los sirvientes de Reynolds y Shepherd, a los que en cierto punto se une una desmadrada Mildred Natwick como progenitora del rico playboy al que da vida el protagonista de Los caraduras, cantan, bailan, beben, se enamoran y sobre todo se divierten, a propósito de una jugosa selección de canciones de Porter, entre las que destacan You’re the Top, One of Those Things, Did You Evah, I Get a Kick Out of You, la que da título al film, At Long Last Love, y I Loved Him (But He Didn't Love Me), cuya melancólica y desesperanzada letra sirve de leit motiv a todo el argumento. Todo ello con excelentes orquestaciones y arreglos musicales de Artie Butler y la dirección musical de Lionel Newman. Una exquisita dirección artística, con predominio de blancos y grises con los que el director evadió en cierto modo la prohibición de la Fox de rodarla en blanco y negro como era su primera intención, y un sensacional vestuario pusieron la guinda a un film disfrutable al máximo, puro deleite para amantes del musical y de la comedia sofisticada en general, donde la pura diversión se da la mano con el cinismo y el sarcasmo más inteligente y cultivado, propiciando que hoy el resultado sea saludado de forma prácticamente unánime con toda la admiración que sin duda merece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario