Guion y dirección Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles Fotografía Pedro Sotero Música Mateus Alves y Tomaz Alves de Souza Intérpretes Udo Kier, Sonia Braga, Bárbara Colen, Thomas Aquino, Jonny Mars, Chris Doubek, Karine Teles, Alli Willow, Brian Townes, Antonio Saboia, Julia Marie Peterson, Silvero Pereira Edilson Silva, Thardelly Lima, Rubens Santos, Wilson Rabelo Estreno en el Festival de Cannes 15 mayo 2019; en Brasil 29 agosto 2019; en España (Internet) 14 mayo 2020
Tras el reciente éxito cosechado con Doña Clara (Aquarius), Kleber Mendonça Filho se alía ahora con Juliano Dornelles para, alejándose del estilo narrativo y estético de su anterior película, ahondar en las raíces del pueblo brasileño, sus costumbres y tradiciones y su necesario instinto de supervivencia y resistencia frente a colonizadores e invasores externos, así como frente a ese peligro ya no tan latente que supone la administración del infame Bolsonaro. Abordan el ejercicio desde las hechuras de un cine violento fácilmente identificable entre el western y el terror, con referentes evidentes como John Carpenter, del que no en vano se utiliza un tema suyo, Night, como motivo musical principal de esta tragedia rural y coral. Bacurau es el nombre de un pueblo que tanto lucha por no perder su identidad que experimenta cómo va paulatinamente desapareciendo del mapa; ni a Google Maps parece interesarle un trozo de tierra que se resiste al aborregamiento general, que prefiere mantener el tipo ante tanta imposición capitalista, liberalismo a ultranza que a largo plazo es lo que está destruyendo el planeta, virus incluidos de los que no nos hemos hecho cargo tan ocupados y ocupadas que estábamos en satisfacer nuestras necesidades más personales e intransferibles.
En Bacurau por lo tanto se cultiva la colectividad, la defensa y el amor al prójimo y el bienestar social comunitario, y a quienes eso no interesa les invita a convertirse en feroces cazadores capaces de sembrar el terror y el caos en toda su dimensión más trágica. Pero Mendonça y Dornelles manejan bien sus recursos para lograr un cinta que no es hiriente, a pesar de contener algunas secuencias directamente atroces, y que se ve con creciente interés tras un preámbulo algo desconcertante en su compleja narrativa coral y su acentuada y colorista puesta en escena en la que no se escatiman artilugios electrónicos, grandes pantallas, drones con forma de platillos voladores, y red telefónica y de internet de milagrosos resultados entre una población que parece anclada en el primitivismo, prueba evidente de que tradición e identidad no tienen que estar reñidas con modernidad. Pero cuando ésta asoma en forma de la imperturbable pasión norteamericana por las armas, no se puede sino hacerle frente y erradicarla.
Sonia Braga repite con el director brasileño para componer un férreo personaje de doctora rural, de fuerte y a veces contradictorio temperamento, pero con esa valentía que caracteriza su perfil y que aquí se torna imprescindible. Integrada en un elenco coral en el que todos y todas tienen su importancia y significación, Udo Kier por su lado encabeza el otro lado del reparto, el de los mercenarios sangrientos tensos y ávidos de muerte y diversión, caricaturizados con ribetes seudonazis para componer ese universo malsano y bastardo, hijos de mala madre que convierten la tierra por la que pisamos en un lugar maldito y marchito, y que aquí lamentablemente, y en estos tiempos tan dramáticos que corren, parecen proliferar movidos por eso de lo que parece mucha gente no quiere prescindir, el culto al ego y a la propia felicidad, no importa quién tenga que caer para ello. La empresa se celebró en Cannes con el Premio del Jurado, y en Sitges con premios a la dirección, el de la crítica y el del jurado joven.
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