lunes, 25 de mayo de 2020

HUÉRFANOS DE BROOKLYN Racismo inmobiliario

Título original: Motherless Brooklyn
USA 2019 144 min.
Guion y dirección Edward Norton, según la novela de Jonathan Lethem Fotografía Dick Pope Música Daniel Pemberton Intérpretes Edward Norton, Bruce Willis, Willem Dafoe, Bobby Cannavale, Alec Baldwin, Leslie Mann, Gugu Mbatha-Raw, Ethan Suplee, Dallas Roberts, Michael Kenneth Williams, Fisher Stevens, Cherry Jones Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2019; en Estados Unidos 1 noviembre 2019; en España (Internet) 1 mayo 2020

Casi veinte años ha necesitado el actor Edward Norton para ponerse de nuevo tras la cámara. Lo hizo en la comedia sentimental Más que amigos y repite ahora con este homenaje al cine clásico de investigación criminal y corrupción política al más puro estilo del cine negro americano con más de un punto en común con Chinatown. Abusos de la autoridad contra la población, en este caso con tintes racistas, combinado con una historia de morbo familiar, y con un investigador privado como protagonista, hermanan esta cinta con la película de Polanski.

Esta vez además con el añadido de que el protagonista sufre síndrome de Tourette o coprolalia, una enfermedad por la que se tiende a decir involuntariamente obscenidades o comentarios fuera de lugar, acompañado de agotadores tics nerviosos, lo que da a Norton oportunidad para ese lucimiento extra que acarrea suntuosos premios y reconocimientos, aunque a pesar del esfuerzo y acierto del actor no haya dado los resultados sin duda anhelados. Hay mucho que agradecer al trabajo de Norton delante y detrás de la cámara, como un elenco de estrellas al que ha sacado mucho partido, una puesta en escena espectacular y meticulosa, con especial mención a una trepidante persecución de coches de época en un Nueva York atestado de vehículos, y una banda sonora repleta de buen jazz a la que el eficaz Daniel Pemberton ha contribuido con notable creatividad acompañándose del talento de Wynton Marsalis y el pop hipnótico y atemporal de Thom Yorke.

El habitual laberinto de nombres y circunstancias se salva con ocasional facilidad, mientras su largo metraje lastra en parte las posibilidades de un trabajo impecable, atractivo e interesante, más cerca del homenaje al cine y la narración clásica que de la denuncia de un sistema corrupto y tiránico, que es el que se ha exportado al resto del planeta y ha ocasionado situaciones insostenibles como la que estamos viviendo en la actualidad, que todo si se mira con atención está relacionado.

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