Guion y dirección J Blakeson Fotografía Doug Emmett y Mike Valentine Música Marc Canham Intérpretes Rosamund Pike, Peter Dinklage, Eiza González, Dianne Wiest, Chris Messina, Isiah Whitlock jr., Macon Blair, Damian Young, Alicia Witt, Nicholas Logan Estreno en el Festival de Toronto 12 septiembre 2020; en Amazon Prime 19 febrero 2021
Considerada como una comedia quizás porque de no ser así no habría otra manera de digerirla, no cabe duda de que la realidad que presenta puede parecer un puro disparate, pero tampoco podemos negarle que funciona perfectamente como metáfora del mundo en el que vivimos, que no es ni más ni menos que el que hemos decidido que así sea. La falta de democracia, o mejor dicho de libertad, a la que algunos acertadamente aluden, proviene precisamente de su mismo concepto, de nuestra capacidad para elegir el sistema y el régimen bajo el que queremos vivir, y que nos ha hecho elegir un capitalismo cien por cien agresivo, tramposo y maloliente que convierte cada elección en la que participamos en una carta blanca para que el dinero siga siendo nuestro amo y único Dios, no importa a quién se pise, engañe y haga daño. Podemos ser corderos o leones, o como dice el personaje de Rosamund Pike en lenguaje inclusivo, leonas, pero todos y todas estamos bajo el mismo cielo, el que hemos diseñado para que quienes puedan hagan y deshagan a su gusto, convirtiendo los crímenes que les interesan en legales y los que no seguirán estando al margen, castigados y censurados por la sociedad biempensante.
Hecha la ley, hecha la trampa, parece que deba imperar en nuestra rutina, la misma que hace que ningún medio de comunicación se pregunte por qué la gente anda crispada, se tira a la calle, quema contenedores y furgones policiales. Radicales les llaman, porque no se atienen al estado de las cosas, no aceptan los crímenes de la clase respetada, política y económica, la que delinque legalmente. No se trata de justificar a quienes hacen más daño a la cultura que a la sociedad con sus proclamas fruto de la rabia y la desgana contra quienes desprecian la confianza que ponemos en ellos y ellas cada vez que acudimos como corderos a las urnas. En esta película de J Blakeson, apenas conocido por un par de películas irrelevantes, no hay malos contra buenos, sino malos legales contra malos ilegales. Arranca de forma incómoda e inasumible, para poco a poco hundirse en el cine de género, el thriller, y acabar ajustando cuentas como no podía ser menos tratándose de una película americana, que tanto les gusta practicar la hipocresía, pero al menos denuncian lo que otros ni se atreven.
No hay actualmente periodismo ni opinión, solo líneas de pensamiento preconcebidas para encajar en el engranaje del poder, seguir engañándonos y sometiéndonos hasta conseguir sus propósitos, el de los gobiernos, los bancos, las grandes empresas y las insaciables corporaciones, que hasta de pandemias sacan tajada. Puede que en esta película haya mucho disparate y que algunos giros de guion sean inaceptables e inverosímiles, pero al menos hay que agradecerle que a su manera nos advierta que hay mucho criminal suelto, y no son precisamente los que movidos fundamentalmente por la rabia y la desesperación se tiran a la calle y montan un cirio. Cabría preguntarnos por qué ocurre esto en lugar de condenar sus consecuencias, que también asumen los más débiles. Esto, y la siempre estimulante presencia de Rosamund Pike, a quien hay que sumarle la delirante participación de Peter Dinklage y una interpretación de Dianne Wiest llena de matices y resortes, hacen de esta película una experiencia recomendable, si bien cabría censurar que para una vez que se habla de empoderamiento de la mujer, ésta sea tan despiadada y despreciable, y no adelantamos nada, lo dice ella mismo nada más empezar la función. Esto es, de alguna manera, cine que perturba.
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