USA 2020 113 min.
Guion y dirección Emerald Fennell Fotografía Benjamin Kracun Música Anthony Willis Intérpretes Carey Mulligan, Bo Wurham, Laverne Cox, Jennifer Coolidge, Clancy Brown, Allison Brie, Adam Brody, Connie Britton, Christopher Lowell, Max Greenfield, Alfred Molina, Steve Monroe, Molly Shannon, Christopher Mintz-Plasse Estreno en el Festival de Sundance 25 enero 2020; en Estados Unidos 25 diciembre 2020; en España previsto 12 marzo 2021
Igual que Almodóvar arrancaba su primitiva Laberinto de pasiones con primeros planos de bragueta como reclamo del deseo sexual, la joven directora de esta película, candidata a ser esa promesa del título, ya que con este su primer largometraje ha logrado llamar la atención y colarse en algunos de los más importantes galardones del año, arranca su trabajo con otro primer plano de braguetas, esta vez para avisar sobre el peligro de unos desaforados machos bailando en una discoteca en lo que bien podría parecer tanto una juerga de empresa como una de esas tremendas despedidas de soltero. Una auténtica exhibición tribal de testosterona a mil, con la que Fennell expone ya sus cartas.
La cosa va de machismo, de depredadores sexuales y de venganzas de mujer, además de incluir inteligentemente la colaboración femenina en ese rancio universo de supremacía machista. Pero no se trata tanto de hacer denuncia de uno de los más graves problemas que acucian a nuestra actual sociedad, y que ha encontrado en el no es no el necesario comienzo del crepúsculo de una conducta durante siglos permitida y observada como corriente y natural. A la realizadora el tema en realidad le sirve para jugar con los géneros, desde el thriller psicopático a la comedia costumbrista pasando por el melodrama romántico, sirviéndose para ello de una poderosa puesta en escena y unos personajes de guiñol entre los que destaca el de la protagonista, una excelente, y contenida para lo mucho que da su personaje, Carey Mulligan nunca antes tan parecida a Michelle Pfeiffer.
El conjunto puede molestar por tomarse deliberadamente a broma y presuntamente a la ligera un tema tan espinoso y doloroso para tantas mujeres víctimas del comportamiento troglodita del hombre y la permisividad conservadora de muchas otras mujeres, pero el entretenimiento está asegurado y los continuos y sorprendentes giros narrativos contribuyen a su éxito, no obstante su tendencia al disparate y lo grotesco, que puede molestar o encantar a partes iguales. Atención a la breve aparición del hijo de Jack Nicholson, Raymond, al principio de la película.
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