domingo, 22 de octubre de 2023

GRACIA Y TALENTO DE UN ROSSINI ADOLESCENTE

1º Concierto del XXXIV Ciclo de Música de Cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Vladimir Dmitrienco y Luis Miguel Díaz Márquez, violines. Nonna Natsvlishvili, violonchelo. Lucian Ciorata, contrabajo. Programa: Sonatas a cuatro de Rossini (nº 1 en Sol mayor, nº 6 en Re mayor, nº 2 en La mayor, nº 5 en Mi bemol mayor, nº 4 en Si bemol mayor y nº 3 en Do mayor). Espacio Turina, domingo 22 de octubre de 2023


Con unas tan oportunas como obligadas palabras de bienvenida y agradecimiento del responsable de producción de la ROSS, Rafael Gómez Álvarez, arrancó el trigésimo cuarto ciclo de cámara de la orquesta hispalense. El habitual y muy personal sentido del humor del violinista Vladimir Dmitriendo mantuvo la retórica ilustrativa y de preceptivo agradecimiento y cariño que sucedió a dicha intervención, y a partir de ahí surgió la música distendida y encantadora de un jovencísimo Gioacchino Rossini, que con sólo doce años y en el sospechoso transcurso de unos pocos días, fue capaz de componer seis sonatas con forma de cuarteto y que unos amigos en cuya casa se hospedaba y él mismo fueran capaces de ponerlas en pie, harto discutible dado que se trata de obras ligeras sólo en la forma pero no en su estructura interna y dificultad técnica.

La concurrencia fue reducida dada la aceptación con la que siempre ha contado este ciclo camerístico. Quizás la razón podamos encontrarla en la expectativa de lluvia y una carrera popular que tenía su meta precisamente en las setas de la Encarnación. Sin embargo no podemos pasar por alto el alarmante descenso de interés que estamos observando en el público sevillano, inversamente proporcional a la cantidad de oferta que las instituciones y la iniciativa privada facilitan, aunque siga siendo más local que otra cosa, pues los grandes nombres apenas recalan en la capital de Andalucía ni siquiera cuando están de gira por toda la geografía española. En este marco, la plantilla habitual del Totem Ensemble, pero con Lucian Ciorata sustituyendo a Francisco Lobo y la ausencia de Jerome Ireland, sí presente en la sala como espectador, cuya viola no forma parte del conjunto al que están destinadas estas sonatas a cuatro, se embarcó en la agotadora empresa de interpretar de corrido, con apenas diez minutos de pausa, las seis piezas que el más adelante conocido operista escribiría encajando a su anfitrión estival, el contrabajista Agostino Triossi. Aún siendo obras de una etapa muy temprana del compositor, se atisban en ellas ya aspectos muy característicos de su estilo grácil y agitado, lleno de virtuosismo y generoso en arpegios.

El conjunto optó por ofrecerlas en orden aleatorio, al contrario de como venían anunciadas en el programa de mano. En la primera parte los cuatro integrantes hicieron gala de una destreza y una agilidad extraordinaria, abundando en amabilidad y galantería la nº 1, con los violines adjudicándose las líneas principales, pero con aportaciones relevantes al violonchelo y al contrabajo, con esa garantía que es Ciorata potenciando la suntuosa sonoridad de Nonna Natsvishvili. El carácter extremadamente agitado del tercer movimiento de la Sonata nº 6, que le confiere el título de La tempestad, sonó en manos del cuarteto vertiginoso y extremadamente depurado a nivel tanto técnico como expresivo. De la Sonata nº 2 destacó el andante en tono menor, único de todo el ciclo, resuelto con sentido de la elegancia y la seducción. Puede que como consecuencia de la fatiga acumulada, las sonatas nº 5 y 4 en la segunda parte del concierto no resultaran tan estimulantes, con el violín de Díaz Márquez, antes manifiestamente preciso, y el violonchelo incurriendo en puntuales caídas de tensión y sonido menos depurado, sin llegar a la temida estridencia. Ciorata sin embargo logró mantener el equilibrio y ese empuje que es capaz de ofrecer con su controlado juego de arco, mientras Dmitrienco continuó exhibiendo tanta comodidad con el repertorio como responsabilidad en sus intervenciones, liderando el conjunto y modelando su riqueza melódica con flexibilidad y acierto, así hasta converger en una alegre y distendida Sonata nº 3, la única que no editó la famosa Casa Ricordi, y la primera en recuperarse más de un siglo después de su composición, que en su tonalidad en Do mayor permitió al conjunto exhibir su carácter más exultante y vitalista.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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