Estas noches estivales en los Alcázares, que este año está deparando muy gratas sorpresas, dan juego a un sinfn de propuestas musicales originales y diferentes, en muchos casos a través de transcripciones. En el caso de la formación que intervino el viernes era inevitable, dada la escasez de producción musical destinada a un conjunto tan insólito como es el trío de flauta, arpa y viola. Ronda, Iolkicheva e Ireland pertenecen los tres a la ROSS desde su fundación, y como otros integrantes de la misma han desarrollado una actividad paralela como concertistas de cámara.
Esta particularidad instrumentista hizo que casi todas las piezas elegidas para el concierto fueran fruto de transcripciones hechas en su mayoría por los propios músicos. Fue el caso de la sonata del compositor checo Jan Vladislav Dussek, originalmente para arpa, violín y violonchelo. Su escritura delicada se vio potenciada por el conjunto elegido, mientras resultaba fácil imaginar una mayor fuerza expresiva con su instrumentación original. Un sonido demasiado dulzón, que recordaba a las cursilonas cajitas de música, se apoderó de la pieza, ejecutada eso sí con solvencia y buen oficio. Tras una correcta interpretación del Intermezzo del segundo acto de la ópera Carmen, arpa y viola lograron una brillante versión de la Habanera originalmente para voz solista de Ravel, impregnada de magia, misterio y encanto agitanado.
Enmarcado dentro del homenaje que este año está brindando la organización a Debussy, cuando se cumplen 150 años de su nacimiento, el Trío Apsara interpretó el célebre Claro de luna de la Suite Bergamasque, en versión para arpa y flauta, con evidente sentido del lirismo y la belleza melódica, mientras la Sonata, esta vez sí, para arpa, flauta y viola se consolidó como la pieza más interesante del lote, de la que los componentes del trío extrajeron con acierto su serenidad, sutileza y estructura cargada de disonancias, detalles y efectos rítmicos. Iolkicheva estuvo impecable en todo momento, brillante a menudo; Ireland ofreció un sonido en muchas ocasiones demasiado áspero; mientras Ronda se empeñó más en los aspectos técnicos que expresivos de un instrumento del que en algún momento aislado llegó a perder el control.
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