domingo, 23 de febrero de 2020

MONOS Niños aprendiendo a ser salvajes

Colombia-Argentina-Uruguay-Países Bajos-Alemania-Suecia 2019 102 min.
Dirección Alejandro Landes Guion Alexis Dos Santos y Alejandro Landes Fotografía Jasper Wolf Música Mica Levi Intérpretes Sofía Buenaventura, Moisés Arias, Karen Quintero, Julianne Nicholson, Paul Cubides, Julián Giraldo, Deiby Rueda, Sneider Castro, Wilson Salazar, Laura Castrillón Estreno en Sundance 27 enero 2019; en Colombia 15 agosto 2019; en España 21 febrero 2020

Historias de supervivencia juvenil en la jungla e identificación con el entorno hemos visto bastantes, desde Tarzán rey de los monos a La selva esmeralda pasando por el mayor referente al respecto, que es El señor de las moscas, según la novela de William Golding. Especialmente este último parece el más indicado como referente inmediato de la película de Alejandro Landes, trasladando a la trágica realidad de los niños guerrilleros de Colombia el imaginario propuesto por Golding en torno al (des)aprendizaje de unos niños para convertirse en salvajes.

Pero la propuesta de Landes acaba resultando más estética y maniquea que seria o convincente. Aquí estos jóvenes que visten lencería de diseño y se alimentan no se sabe de qué, salvo cuando de desgarrar a una vaca se trata, se dedican a disfrutar de lo que parece una libertad sin límites, a pesar de que tienen una delicada misión, custodiar a una rehén norteamericana a la que tampoco se entiende bien cómo mantienen con buena salud, y que están sujetos a una férrea jerarquía que pasa por un mensajero aquejado de enanismo y un responsable que termina resultando más endeble de lo que debería.

En un paisaje dominado en principio por la niebla y que acaba en esplendorosa naturaleza amazónica, Landes se limita a fotografiar a sus hermosos y bellas adolescentes en situaciones tan convencionales como poco plausibles, dejándose llevar por corrientes de río implacables o portando armas de inacabable munición, siempre con la estética visual y sonora como bandera y sin que llegue a provocar ningún síntoma de emoción ni empatía, ni con los fingidos protagonistas ni con su sufrida rehén ni con la espléndida naturaleza a la que ni siquiera brinda un canto de protección y salvaguarda, como sí hacía la película de John Boorman. A pesar de todo fue reconocida en Sundance con el Premio Especial del Jurado y en los Goya y los Forqué con nominaciones a la mejor película iberoamericana, y es que lo pedante y lo pretencioso sigue convenciendo a los necios.

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