Dirección Salvador Calvo Guion Alejandro Hernández Fotografía Sergi Vilanova Música Roque Baños Intérpretes Moustapha Oumarou, Luis Tosar, Anna Castillo, Adam Nourou, Álvaro Cervantes, Zayiddiya Dissou, Ana Wagener, Nora Navas. Jesús Carroza, Miquel Hernández, Belén López, Josean Bengoetxea, Issaka Sawadogo, Bella Agossou, Eliane Chagas, Emilio Buale, Marta Calvó Estreno 31 enero 2020
A menudo nos preguntamos por qué el cine español cuenta casi siempre las mismas historias y se enfrasca en géneros muy limitados y reconocibles. Por eso y porque se trata de una película necesaria por lo que cuenta y por dar visibilidad a un drama con el que convivimos a diario pero al que poca o ninguna atención prestamos por estar ensimismados en nuestros pequeños traumas burgueses, deberíamos dar la bienvenida a esta crónica del viaje desesperado de un niño hacia la vida, la libertad y un poco de bienestar. Pero eso no sería suficiente si no se tratase además de una cinta bien contada, mejor hecha y con suficiente entidad dramática y narrativa como para entretener, convencer y estremecer. Casi todo eso cumple la nueva película de Salvador Calvo, que dio el salto de la televisión al cine hace un par de años con la que a nuestro juicio fue una fallida nueva versión de Los últimos de Filipinas.
Hace un par de temporadas Mediaset intentó hacer algo parecido, en esta ocasión centrándose en las mafias y guerrillas africanas, con El cuaderno de Sara, pero el exceso de dramatismo y un sinfín de episodios durísimos e inasumibles dieron al traste con una historia en la que Belén Rueda padecía demasiados trances como para sobrevivir al intento. La intención ahora es la misma, hacer taquilla, pero el vehículo vuelve a ser también loable; afortunadamente la empresa ahora resulta más digna y convincente. A lo largo de dos horas asistimos a tres historias conectadas por el tráfico ilegal de marfil y el salto desesperado de la verja de la inmundicia que separa España de Marruecos. En el medio un niño de mirada limpia, amplia e inocente recorre gran parte del continente africano en compañía de su hermana y, más tarde, de un joven que como él busca una oportunidad en medio de la sumisión política, la penuria económica o los abusos sexuales. Salvador Calvo y su guionista no cargan las tintas, prefieren que simpaticemos con los protagonistas, incluidos ese padre y esa hija que aprenden a conocerse, entenderse y respetarse, o ese policía que mancha su conciencia por respeto al uniforme, antes que sumergirnos en una vorágine de dureza, maldad y crueldad extrema, sin que por ello deje de sobrevolar todo eso en un ambiente que mezcla drama y aventura de forma tan equilibrada como bien articulada.
Podría ser el amor la razón de tanto freno y discreción, porque una vez más es el cariño que se forja entre familiares, colegas y compañeros de viaje lo que redime la tragedia o la hace más soportable. En el fondo Adú nos habla de esa fuerza sobrenatural que llamamos amor y que inunda nuestros sentimientos, y a ellos apela a la hora de poner en pie estas vidas cruzadas destinadas a tocarnos el corazón y sensibilizar nuestra actitud ante una situación asfixiante e intolerable a la que cada vez más muchos y muchas de nuestros políticos quieren ponerle veto y cerrar fronteras. Ciertamente podría haber sido más contundente y generar más crispación, y desde luego podría haberse ahorrado un par de episodios mal resueltos; quizás peque incluso de demasiada contención, pero mejor eso que la histeria y el desmadre con los que frecuentemente se tratan temas tan delicados como éste. No debemos juzgar la mirada del niño protagonista, un evidente acierto de cásting, como un símbolo de sentimentalismo barato, sino como un intento de dulcificar o amortiguar la tragedia, y sobre todo como una ventana abierta a la esperanza y la justicia.
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