USA 2019 136 min.
Dirección Destin Daniel Cretton Guion Destin Daniel Cretton y Andrew Lanham, según la novela de Bryan Stevenson Fotografía Brett Pawlak Música Joel P. West Intérpretes Michael B. Jordan, Jamie Foxx, Brie Larson, O’Shea Jackson jr., Tim Blake Nelson, Rafe Spall, Michael Harding, J. Alphonse Nicholson, Dominic Bogart, Hayes Mercure, Rob Morgan, Karan Kendrick Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2019; en Estados Unidos 10 enero 2020; en España 28 febrero 2020
Siempre preocupado por estratos invisibles de la sociedad, como los adolescentes desarraigados de Las vidas de Grace o los miserables sumidos en una utopía de La casa de cristal, y con la complicidad en todo momento de Brie Larson (Capitana Marvel), Destin Cretton fija su atención ahora en una realidad más tangible y convencional, multitud de veces tratada en el cine, como es la injusticia jurídica, política y social que sufre la comunidad afroamericana en el país de las libertades que se supone es Estados Unidos. En Monroeville, Alabama, paradójicamente la población que vio crecer a Harper Lee, la autora de la semi autobiográfica Matar a un ruiseñor, y donde parece ser la amiga de Truman Capote ambientó su localidad ficticia, sucedieron unos injustificables y sorprendentes hechos a finales de los ochenta del pasado siglo, cuando un respetable empresario negro fue acusado de asesinar a una joven blanca de su comunidad. Una historia que si no fuera cierta no la creeríamos, tal es el derroche de despropósitos, pruebas aceptadas que eran del todo inaceptables, y las despreciadas que eran viables desde cualquier punto de vista, que demostraban la inocencia del acusado.
Cretton se acerca con una gramática clásica y convencional a esta nueva crónica del apartheid americano, del país que lanzó bombas atómicas tras el muy condenado holocausto nazi, y el único de nuestro entorno que mantiene la sombra de la execrable esclavitud que removió de sus casas a millones de seres humanos del continente africano. Sus hechuras son claras y sencillas, casi de producto televisivo, apoyada como siempre en efectivas y emotivas interpretaciones, una narrativa precisa y una intención cristalina, partiendo para ello del libro del protagonista de esta increíble y sorprendente nueva batalla de David contra Goliat, el abogado de Harvard especializado en derechos civiles que tuvo que lidiar con un sistema inhumano en ese infernal sur de Norteamérica donde se continúa asesinando por decreto público, a veces a inocentes, y donde el color de la piel lo determina todo, desde la condición social hasta la culpabilidad y el ostracismo cultural.
Racismo y pena de muerte en el punto de mira de una película que intenta, y a menudo lo consigue, no cargar las tintas, exponiendo con claridad meridiana unos hechos que si no fueran ciertos habrían provocado que tildásemos el libreto de ingenuo, simplista y manipulador. Esto es como el holocausto o la guerra civil española, por muchas películas que se hagan y mucho que se escriba al respecto, nunca será suficiente. De eso trata la memoria histórica, de no olvidar, recordar continuamente y evitar que vuelva a suceder en el futuro. Lástima que en este caso siga sucediendo, y lo vemos hasta en los ámbitos más supuestamente progresistas de la sociedad americana, como el arte y la cultura.
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