lunes, 13 de marzo de 2023

UN EXQUISITO VIAJE POR EL BARROCO ITALIANO

XL Festival de Música Antigua de Sevilla FeMÀS. Nuria Rial, soprano. Gebhard David y Bork-Frithjof Smith, cornetas renacentistas. Patrick Sepec, violonchelo. Josep María Martí, tiorba. Johannes Strobl, órgano y clave. Programa: Obras de Tarditi, Scarani, Grandi, Gabrielli, Falconieri, Storace, Palestrina, Rognoni, Kapsberger, Castello, Cavalli, Cazzati, Monteverdi, Re y Legrenzi. Espacio Turina, domingo 12 de marzo de 2023


Solo llevamos un fin de semana, aún es muy pronto para atreverse a decirlo y desde luego esperamos poder arrepentirnos de hacerlo, pero es posible que nos encontremos ante una de las más exquisitas y agradables manifestaciones de esta edición del Festival de Música Antigua de Sevilla. El conjunto suizo, aunque integrado por artistas de diversas nacionalidades, confeccionó un programa compuesto nada más y nada menos que por catorce autores del primer barroco italiano y uno manifiestamente renacentista, como es el incomparable Giovanni Pierluigi da Palestrina. Junto a ellos actuó Nuria Rial, tan flexible y ecléctica como nos tiene acostumbrados, capaz de resolver con matrícula un repertorio como éste, afrontar con igual solvencia la ópera belcantista y romántica, o atreverse incluso con los maestros de la música de cine, como atestigua su aportación a la regrabación que de la partitura de Bernard Herrmann para la película Noche sin fin afrontó Fernando Velázquez y la Euskadiko Orkestra hace un par de años.

La idea de este concierto, presentado con idéntico éxito el día anterior en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de España, era contextualizar el uso de la corneta negra, especialidad del grupo que le da título, en aquel albor del settecento, y confrontarlo a la voz humana, con la que frecuentemente se emparentaba por su cálido timbre y elocuente fraseo. La voz rutilante y generosa de Rial no se hizo esperar y nos regaló nada más empezar un Domine ed adiuvandum me festina del prolífico Orazio Tarditi por el que su voz corrió fluida y elegante. Sin pausa David y Smith hicieron sonar sus cornetas con una precisión mayúscula, sin fatiga ni desliz alguno, algo muy frecuente dado el carácter primitivo y poco elaborado del feliz instrumento. Así, de una sonata a dos voces de Giuseppe Scarani de aires inconfundiblemente profanos, pasamos a la candidez y la hermosura de Vulnerasti cor meum de Alessandro Grandi, que Rial acometió con mucha dulzura y sensibilidad, acertando en el estilo imitativo de la pieza junto a las cornetas, como se repetiría varias veces a lo largo del programa. Vendría después una de las perlas de la noche, la interpretación al violonchelo de una sonata de Domenico Gabrielli, pionero del instrumento. Sepec bordó su participación, como se hizo evidente en esta pieza aterciopelada, en la que brillaron sus ricas ornamentaciones y el fraseo fluido del intérprete. De este estilo más propio del norte de la península pasamos al aire desenfadado napolitano de la mano de Andrea Falconieri, y al estilo majestuoso del compositor de Messina Bernardo Storace, de quien Strobl interpretó al clave también con éxito una tocata y canzone de enrevesada complejidad.


Pulchra es (Hermosa es)
fue el título elegido de Palestrina, y el que dio nombre al programa, con Rial y el conjunto triunfando en el arte del contrapunto y la compenetración. De Milán llegó Francesco Rognoni, de quien se interpretó su obra más difundida, Selva dei vari passagi, sustituyendo el violín por las cornetas. Martí bordó a la tiorba, también desde la excelencia, una canzona para chitarrone del germanoitaliano Giovanni Girolamo Kapsberger. Y manteniendo en todo momento ese espíritu afable y dominio del color que caracterizó la velada, llegó otro de los momentos cumbres, una bellísima sonata del veneciano Dario Castello, potenciada por el sonido dulce y majestuoso de las cornetas, siempre precisas y seguras. Nada hubiera hecho pensar que Rial atravesaba una afección vocal si no lo hubiera confesado ella, a juzgar por la brillantez con la que acometió también el motete O quam suavis de Francesco Cavalli, y desde luego nada se apreció del estilo confuso y abandonado del boloñés Maurizio Cazzati a partir del brillante trabajo del conjunto con su antífona Alma redemptoris mater. El magisterio de Monteverdi cobró relieve con la excelente interpretación que de su Laudate Dominumin sanctis eius de Selva morale e spirituale realizaron Rial y el grupo, hasta desembocar en una sensacional Canzone a 4 de Benedetto Re, y terminar con el mismo espíritu distendido y afectuoso con O dilectissime Jesu, motete sacro para voz y tres instrumentos de Giovanni Legrenzi, de cuya perfecta técnica contrapuntística dejaron huella los magníficos intérpretes de una noche irrepetible.

Fotos: Lolo Vasco / FeMÀS
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario