Guion y dirección Gerardo Herrero, según la obra de Matías del Federico Fotografía Juan Carlos Gómez Música Paula Olaz Intérpretes Malena Alterio, Alexandra Jiménez, Eva Ugarte, Fele Martínez, Antonio Pagudo, Juan Carlos Vellido Estreno en el Festival de Málaga 12 marzo 2023; en salas 17 marzo 2023
Gerardo Herrero es un cineasta todo terreno, un apasionado de lo que hace, que pone todo su empeño en hacerlo bien aunque a menudo no cumpla su premisa. Ahí están sus veinte películas como director para analizarlo, además de más de ciento cincuenta como productor. En estos treinta años de carrera ha probado casi todos los géneros, casi siempre sin resultar pretencioso, ni siquiera cuando ha abordado trabajos tan complejos como Territorio Comanche, Silencio en la nieve o El misterio Galíndez. Se preocupa a menudo por cuestiones de peso político y social, pero a veces se pierde en marañas de intriga como en dos de sus últimos estrenos, El asesino de los caprichos y La playa de los ahogados. Nosotros siempre nos quedaremos con la emotiva Las razones de mis amigos, pero este último estreno no nos ha disgustado. Ha logrado el Premio del Jurado de Málaga por adaptar con pericia y sin trampas una obra teatral que bebe directamente de un género que puso de moda Yasmina Reza en la primera década de este siglo con Un dios salvaje, cuatro años después llevada al cine por Polanski, y que en España encontró eco con Cesc Gay y su cargante Sentimental.
Se trata del duelo de parejas, ya sea para analizar el sentido de la educación de los hijos, problemas de salud sexual o, como en este caso, la pervivencia del machismo en nuestra sociedad. Seis únicos personajes, tres parejas, se encuentran en una terapia de grupo urdida sagazmente por su terapeuta con el fin de que surjan los traumas de cada una y encuentren una solución debatida y conjunta que les ilumine. El tono lo da la melancólica banda sonora de Paula Olaz, apoyada en el llanto del violonchelo, que suena solo en la apertura y el cierre pero condiciona por su tono tristón. Y es que así, con hechuras de comedia pero triste, resulta comprobar que tras cuarenta años de democracia, con leyes aprobadas para corregir tantos desatinos y una sociedad del bienestar que debería haber desterrado tantos fantasmas, nuestra sociedad admita todavía esos clichés tan abundantes en el cine del franquismo, entonces dados por correctos, hoy objeto de crítica. Entonces y ahora la mujer quedaba definida por su sensatez e inteligencia, mientras el hombre se caracteriza por sus desmanes heredados, machistas y miserables.
Otra cosa era el papel que en una sociedad fuertemente religiosa y basada en el concepto tradicional de familia mantenía el género femenino. Puede que el rol ahora haya cambiado, pero nuestra psicología no parece haberlo hecho. Es quizás eso el germen de tanta violencia machista y comportamiento degradante, que la cinta y su precedente teatral del que Herrero no huye, aunque abuse de barridos fotográficos y efectos de zoom, analiza de forma discursiva y efectista, pero que merece atención y paciencia cuando finalmente sus endebleces puedan quedar justificadas por razones que no se pueden desvelar. Imprescindible para el éxito de la causa es que cuente con buenas interpretaciones, y unos más que otros u otras, el elenco se ajusta con precisión y profesionalidad a su cometido y la sensación que han de transmitir.
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