Canadá-Francia 2024 116 min.
Guion y dirección David Cronenberg Fotografía Douglas Koch Música Howard Shore Intérpretes Vincent Cassel, Diane Kruger, Guy Pearce, Sandrine Holt, Elizabeth Saunders, Jennifer Dale, Ingvar Eggert Sigurdsson, Jeff Young Estreno en el Festival de Cannes 20 mayo 2024; en Canadá 25 abril 2025; en España (Filmin) 19 septiembre 2025
David Cronenberg es uno de los directores más veteranos en activo; su primera película se remonta al año 1969, y desde entonces ha dirigido veintidós películas e intervenido en otras tantas como productor, actor o cualquier otro oficio cinematográfico y cinéfilo. Y es que de cinefilia se trata cuando habiendo perdido el interés del público desde hace tanto, prácticamente desde Un método peligroso, justo después de contar con el mayor favor del mismo en las cintas Una historia de violencia y Promesas del este, algunos seguimos confiando en su cine, sus propuestas siempre tan al margen de lo habitual, tan en su propio universo, ensimismado en sus paranoias y traumas.
En este caso parece querer exorcizar el dolor experimentado hace ocho años, cuando falleció su esposa. Un rico empresario crea un cementerio en el que los vivos pueden comprobar el estado de descomposición de sus seres queridos en tiempo real, a través de unos sudarios digitalizados que graban en formato tridimensional los cuerpos que cubren. Es la forma que tiene el protagonista, Vincent Cassel, de mantener el contacto con su esposa fallecida tras una larga enfermedad que le ha provocado la mutilación y el deterioro progresivo de su, por otro lado, hermoso cuerpo, una constante en el cine de Cronenberg. Pero dobles, celos, amantes, avatares y conspiraciones internacionales potenciarán también ese contacto de forma más física y real.
Cronenberg insiste en una puesta en escena fría y poco o nada emotiva, pero esa misma sequedad, adornada con misteriosos diálogos, espacios tan estilizados como delicadamente iluminados, y el uso de nuevas tecnologías domésticas que nos acercan al futuro sin dejar el presente, logran cierta fascinación que hace válida una vez más su propuesta. La obsesión por la decadencia de nuestros cuerpos, unido a una apuesta por la necrofilia que no se presenta desdeñable, contribuyen a que el film no pase desapercibido y consiga paladearse como una rara avis. En su décimo séptima colaboración con el director canadiense, Howard Shore se muestra tan minimalista y espiritual que apenas logra conectar con el épico compositor de El señor de los anillos.

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