viernes, 24 de octubre de 2025

IDILIO ROMÁNTICO DE SHI-YEON SUNG Y LA ROSS

Sinfónico 3: Romanticismos. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Matías Piñeira, Joaquín Morillo Rico, Juan Manuel Gómez y Adrián Díaz Martínez, trompas. Shi-Yeon Sung, dirección. Programa: Romeo y Julieta, de Chaikovski; Konzertstück para cuatro trompas y orquesta en Fa mayor Op.86, de Schumann; Suite de El caballero de la rosa Op. 59, de Strauss. Teatro de la Maestranza, jueves 23 de octubre de 2025


La de ayer fue la primera de las dos comparecencias con las que la directora surcoreana Shi-Yeon Sung sellará esta temporada su intervención como batuta invitada de la Sinfónica de Sevilla. El programa elegido miró hacia la voluptuosidad del Romanticismo, en sus vertientes apasionada, amable y desenfadada, así como neorromántica con mirada nostálgica al pasado.

El recorrido arrancó con Chaikovski, y con perdón de Bellini, Gounod y hasta de Prokofiev, la mirada más popular jamás concebida en torno a Romeo y Julieta de Shakespeare, sólo al mismo nivel de popularidad que la banda sonora de Nino Rota para el clásico de Zeffirelli. Inició lenta y piadosa con el coral dedicado al Padre Lorenzo, y pronto atisbamos su habilidad para alternar de forma tan equilibrada como elegante, los pasajes más virulentos de la partitura con ese apasionado tema de amor que le da sentido e identidad a esta singular fantasía. Magníficas las aportaciones de las maderas, dotando al conjunto de la ternura que tanto asoma a lo largo de su desarrollo. Sung logró combinar determinación dramática y máxima intensidad sonora y sensual, hasta vislumbrar el trágico final de los amantes con un cierre íntimo y recogido, antes del apoteósico punto y final.

Cuatro trompistas cuidadosamente seleccionados

Menos divulgada que la pieza anterior, quizás por la dificultad de conciliar cuatro solistas a la altura de sus exigencias, es la Pieza de concierto para cuatro trompas y orquesta de Robert Schumann. Se trata de una suerte de divertimento con el que el autor, en una de esas escasas épocas de felicidad pletórica que tuvo en su vida, procuró exhibir la dificultad técnica y el virtuosismo del instrumento, la trompa cromática con pistones que había sido recientemente perfeccionada por su colega vienés Leopold Uhlmann.

De izquierda a derecha, Díaz, Gómez, Morillo y Piñeira

El chileno Matías Piñeira llevó la voz cantante durante gran parte del concierto, a pesar de que fue a quien más le acusaron las imperfecciones en forma de temidos desajustes y salidas de tonos, no obstante realizar en general una labor encomiable. Mejor resultó, incluso en las filigranas de la propina, el preludio al acto cuarto de Carmen de Bizet, el solista de la ROSS Joaquín Morillo, muy atento a cada matiz, y la voz a menudo acompañante de Juan Manuel González y el joven Adrián Díaz Martínez, todos ocupando puestos destacados en orquestas e instituciones dentro y fuera de España.

Quizás faltó algo más de ensayo para pulir la estrecha colaboración y la voz al unísono del conjunto, pero en términos generales, y dada la dificultad del instrumento, la experiencia resultó gratificante. Especialmente logrado fue el diálogo con una atenta Shi-Yeon Sung.

Nostalgia vienesa

Muchos años pasaron desde que Strauss estrenó una de sus óperas más icónicas hasta que decidió extraer parte de su material para convertirlo en suite, primero en 1934 fijando su atención fundamentalmente en los valses que tanto representan el imperialismo vienés al que miraba con sentido tanto irónico como nostálgico. Así hasta 1946, que fue extrayendo nuevas suites que convergieron en una más ecléctica con pasajes de los tres actos de la función.

Apenas veinte minutos, escasos para cubrir toda una segunda parte de un concierto sinfónico convencional, que podría haberse doblado con alguna otra composición de Strauss, que con esa duración tiene bastantes, pero suficiente para emocionarnos y dejarnos seducir por la voluptuosidad de una partitura irrepetible. Sung cuidó todos los resortes que hacen de la pieza un festival de sensualidad e incluso erotismo, logrando una comunión perfecta con cada solista convocado, especialmente violín y chelo primeros. En términos generales, Sung logró una lectura sofisticada de la magistral partitura, un recorrido repleto de nostalgia y sensualidad, y el público, a pesar de la brevedad, aplaudió notablemente satisfecho.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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