Guion y dirección Alauda Ruiz de Azúa Fotografía Bet Rourich Intérpretes Blanca Soroa, Patricia López de Arnaiz, Miguel Garcés, Juan Minujín, Mabel Rivera, Noagore Aranburu, Irina Robledo Espinosa, Guille Zani, Víctor Sainz, Itziar Aizpuru, Noe Chiroque, Florinda Okomo, Bego Aristegui Estreno en el Festival de San Sebastián 21 septiembre 2025; en salas 24 octubre 2025
La nueva película de Alauda Ruiz de Azúa, directora de Cinco lobitos y la serie Querer, llega a las pantallas con la Concha de Oro bajo el brazo, dispuesta a generar debate entre el numeroso público que de seguro está dispuesta a congregar. Y lo hace con un tema largamente abandonado en el cine mundial, salvo por ese arsenal de películas de carácter catecumenal que visitan las salas para gozo de las clases más reaccionarias, el de la vocación religiosa. Los cimientos están en el colegio concertado en el que cursa sus estudios la joven protagonista. Pero ahí lo cursaron también su padre y su tía, y sus miradas son muy distintas a la de ella, generando una especie de curiosa trinidad dispuesta a agitar nuestras opiniones al respecto de una decisión que afecta a una familia de la burguesía vasca. Allí, en el colegio, la joven canta en un coro que entona en castellano, inglés o vasco temas de amor al Santísimo, sigue las indicaciones de un joven y atractivo sacerdote que le sirve de asesor espiritual y quizás de gancho atractivo, y disfruta de retiros espirituales próximos a conventos que le abren la posibilidad, parafraseando a Thomas Hardy, de alejarse del mundanal ruido. El mismo ruido que representa una familia en la que no faltan los problemas económicos y sentimentales, y del que podría desembarazarse recluyéndose en un remanso de paz y silencio.
Puede, no obstante, que la sugestión y el autoconvencimiento le hagan realmente experimentar esa llamada que ansía, pues no nos encontramos ante un film contestatario, sino que más bien practica desde el respeto y la contención el sano ejercicio de dejar que seamos cada uno y una quienes interpretemos el drama que acosa a esta en otros tiempos acomodada familia. Quizás no sea ella, la joven a las puertas de la universidad y de conocer tantas y tantas experiencias, a las que desde luego no parece cerrarse del todo, sino su tía, magistralmente interpretada por Patricia López Arnaiz, quien funcione como eje central de esta inquietante historia. Quizás ella nos represente mejor que ningún otro personaje, centre nuestra incredulidad y nuestro convencimiento absoluto de que todo son patrañas, incompatible con la sensatez y, desde luego, con el rigor científico, que es lo que nos hace avanzar como sociedad en busca de una verdadera igualdad y un sincero bienestar. Ella es, con toda su fuerza, quien lucha contra una decisión a la postre disparatada, mientras un padre interesado se abandona a sus propios objetivos, más pendientes del saneamiento económico que de la felicidad de su hija, y la joven se presenta completamente convencida de su arriesgada decisión, mientras a su alrededor se teje una telaraña sibilina que la empuja a una presunta luz, especialmente tras una reveladora escena que ya no deja huecos a la trama.
Ruiz de Azúa es la autora del delicado guion, estructurado en gran parte alrededor de una mesa de comedor, mientras la matriarca logra domingo tras domingo, mantener a la familia aparentemente unida y dispuesta a debatir el problema, como también lo haremos nosotros y nosotras al término de la proyección. Un libreto tan inteligente como para dejarnos libres frente a la interpretación de los hechos. Pero sobre todo dirige, porque ésta es una película de actrices y actores, y ella sabe muy bien lo que necesita de cada uno y una de ellas, y lo consigue. Todo responde, en última instancia, a otro vestigio de épocas pasadas, a una involución que tarde o temprano nos pasará cuenta e irá, si no lo remediamos pronto, hacia la demolición de nuestros valores y principios, que creíamos tan asentados y a los que redes sociales y otros agentes tanto daño les están haciendo.

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