Dirección M. Night Shyamalan Guión M. Night Shyamalan y Gary Whitta, según un argumento de Will Smith Fotografía Peter Suschitzky Música James Newton Howard Intérpetes Jaden Smith, Will Smith, Sophie Okonedo, Zoe Isabella Kravitz, Glenn Morshower, Kristofer Hivju, Sacha Dhawan, Chris Geere, Diego Klattenhoff, David Denman Estreno en España 28 junio 2013
No hay nada peor que caer en desgracia. Shyamalan lo hizo hace tiempo en Estados Unidos, y desde El sexto sentido y Señales no ha conocido un nuevo éxito; pero aquí en Europa era respetado hasta que hace un par de años perpetró una epopeya fantástica rodada en 3D que se tituló Airbender, el último guerrero y fue un fiasco considerable del que no parece levantarse ni siquiera con esta interesante película que tampoco ha sido comprendida ni respetada por la crítica. Nos encontramos ante un Shyamalan que prosigue con la línea iniciada en ese Airbender o Último Avatar, pero retomando el estilo narrativo y psicológico que le hizo famoso en películas como las referidas, La joven del agua, El incidente o El bosque. Consiste en analizar a través de la fantasía, sea terror o pura ciencia ficción, alguna característica del comportamiento humano, que en esta ocasión es el miedo y el proceso para superarlo o combatirlo. Cierto que el encargo le viene del megalómano Will Smith, ideador de este argumento a mayor gloria de su retoño, con quien ya compartió protagonismo en En busca de la felicidad. Pero el director de origen hindú lo lleva a su terreno, y haciendo más uso de una depurada y muy estilizada dirección artística que de unos efectos visuales apabullantes, como es habitual en estos menesteres, nos guía por una historia de supervivencia que bien podría haberse titulado El hombre (del futuro) y la (post) Tierra, por cuanto nos encontramos a un joven enfrentado a una naturaleza exuberante en la que las bestias pobladoras han tomado proporciones y rasgos gigantescos con el fin de aniquilar cualquier tipo de vida humana. En ese viaje por esa Tierra post-apocalíptica, el joven protagonista, interpretado con ahínco y convicción por el hijo del famoso actor, irá descubriendo las claves para superar el miedo, ese que es sólo una opción frente al peligro que constituye una realidad tangible, como reza el eslogan de la película. Rodada con pausa y equilibrio, apoyándose en el diálogo y la imagen a partes iguales, quizás el motivo por el que está siendo sistemáticamente despreciada por unos profesionales que hoy se rinden frente a montajes vertiginosos y fatigantes como si fueran la única prueba de una narrativa con ritmo, el realizador logra, a juicio al menos de quien escribe, entretener y hacer pensar, involucrándose en esta reflexión sobre ese Sigfrido al que todos y todas aspiramos, aunque para ello no necesitemos enfrentarnos a ningún dragón, al menos en sentido literal.
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