CAMPANADAS DE BODA
Guión y dirección Jordi Millán Música y dirección musical Joan Vives Intérpretes Xavi Tena, Toni Torres, María Garrido, Meritxell Duró, Annabel Totusaus, Alexandra González, Babeth Ripoll, Bernat Cot, Montse Amat, Oriol Burés, Álex Esteve
Teatro Lope de Vega, miércoles 12 de junio de 2013
Quienes conozcan el estilo escénico de la compañía catalana La Cubana y hayan asistido a sus espectáculos anteriores – en Sevilla creo que se han representado tres, Cómeme el coco negro, Cegada de amor y Mamá, quiero ser famoso – se sorprenderán con su nueva propuesta, Campanadas de boda. Gratamente si disfrutan con la astracanada española, ese género tradicional tan patrio en el que el histerismo y la ordinariez se apoderan de los intérpretes, tan en la línea de esa serie insoportable de televisión que tanto éxito ha cosechado en este país, Aquí no hay quien viva. Naturalmente los demás nos sentimos decepcionados. Prácticamente toda la primera mitad del espectáculo es teatro convencional, tipo vodevil esperpéntico, pero convencional al fin y al cabo. Los preparativos de uno de esos absurdos bodorrios a los que nadie parece querer asistir, sume en la ruina a sus organizadores y colma de satisfacción especialmente a las parientes féminas de los y las contrayentes, son narrados en estructura de comedia clásica, con gran dinamismo y dominio escénico, pero con tal acumulación de griterío y aspaviento que francamente decepciona a quien busca en La Cubana el efecto sorpresa y el ingenio que caracterizaba sus anteriores trabajos.
Cierto que toda la parafernalia matrimonial es analizada con acierto y convicción, sin por ello tener que recurrir a la crítica feroz y sesuda, simplemente conjugando en un mismo espectáculo todos los tópicos y lugares comunes de un evento que para muchos y muchas supone su mayor contribución a eso que llamamos vida social. Cuando nos invitan a una boda parece que nos echan una maldición; que si hay que hacer un regalo, comprarse nuevos vestidos, dejar a los niños con alguien… inconvenientes que parecen solaparse desde el momento que propagamos casi con orgullo aquello de “tengo una boda”, como quien tiene una casa, un coche o un millón de euros. Nos apropiamos del evento y lo convertimos en una plataforma en la que todos y todas nos sentimos protagonistas. Lo más absurdo y esperpéntico es que tanta educación y cultura religiosa ha conseguido que incluso las bodas civiles se celebren como si se hicieran en la mismísima Catedral, sin olvidar ninguno de los detalles que hasta ahora fueron símbolos del matrimonio eclesiástico. Lo de menos incluso es quien lo oficie, lo importante es que haya boato, muchos invitados e invitadas y, sobre todo, mucha alegría.
Ataviados para la boda |
Y eso es precisamente lo que ocurre una vez asoma afortunadamente ese estilo La Cubana que buscábamos en este nuevo espectáculo de la compañía. A partir de esa deconstrucción del cabaret que hace la compañía, mezclado con la revista tradicional hispánica y el desparpajo congénito a sus intérpretes, todo deviene en sana alegría desde que da inicio la ceremonia, cuando ya todos y todas estamos preparados para asistir a la unión entre esta chica sevillanísima (y muy ordinaria por cierto) de familia catalana, y un actor de Bollywood, lo que da pie naturalmente a alegres, desenfadadas y muy sincronizadas coreografías. Es entonces cuando surge el ingenio de La Cubana, la precisión milimétrica que hace que todo funcione como un reloj, aunque la intervención de gente del público pudiera hacer peligrar ese mecanismo de relojería. Fiesta, alegría e interactuación en una segunda parte brillante, cien por cien La Cubana, con mucha música y muchísimo humor. Resulta difícil imaginar cómo será la versión catalana, vasca o madrileña ante la enorme profusión de detalles relacionados con Sevilla que tiene ésta presentada en el Lope de Vega; un trabajo exhaustivo de adaptación a cada una de las ciudades en las que se representa que hace que no exista una Campanas de bodas, sino muchas, tantas como lugares recorren en su triunfal gira.
Pues tendré que ir a verla, sólo sea porque miro y remiro los capítulos de "Aquí no hay quien viva" y, ¡horreur!, "La que se avecina". Estoy de frenopático. ¡Un abrazo!
ResponderEliminar