jueves, 15 de noviembre de 2018

15º FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA. JORNADA 6

DOVLATOV Retratos de una bohemia soviética

Rusia-Polonia-Serbia 2018 126 min.
Guión y dirección Alexey German jr. Fotografía Lukasz Zal Intérpretes Milan Maric, Danila Zozlovsky, Helena Sujecka, Artur Beschnastny, Elena Lyadova, Anton Shagin, Svetlana Khodchenkova, Semyon Aleksandrovich Estreno en el Festival de Berlín 17 febrero 2018

Serguei Dovlatov fue un escritor ruso muerto prematuramente en el exilio neoyorquino doce años después de ser expulsado oficialmente del sindicato de periodistas soviéticos. Alexey German jr. compite en esta décimoquinta edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla con una película que no pretende reconstruir su vida sino tan sólo un momento de ella, apenas unos días de 1971, cuando Europa vivía el despertar de derechos civiles y libertades que habían sido despreciadas en algunos de los países del entorno soviético. Unos días que en el libreto del propio German sirven para reflejar una especie de peregrinación o via crucis por despachos de periódicos y editoriales y fiestas en pisos y bares, donde una bohemia intelectual aún debate sobre Steinbeck o Nabokov, tantos años después de cosechar sus respectivos éxitos, y escuchan jazz de imitación, como todo lo que podían construir para acercarse en la medida de lo posible a respirar el aire de libertad, creativa y personal, que el régimen les negaba. Pero además Dovlatov, en la piel del en cierto modo soso actor serbio Milan Maric, se rodea de mujeres que parecen idolatrarlo, desde su madre a su ex esposa pasando por compañeras, admiradoras y una hija, que en su devenir creativo parecen estar componiendo una trayectoria similar a la que nos ofrecía Fellini en Ocho y medio o Fosse en All That Jazz, a la vez que esa orgía de cigarrillos, alcohol, frustración y atracción parece estar mirando a la Dolce Vita del genio de Rímini. Todo por supuesto más triste y más encerrado, sensacionalmente fotografiado por Lukasz Zal, el habitual director de fotografía de Pawel Pawlikowski (Ida, Cold War), al que por fin le salen los colores. Es precisamente en la magnífica dirección de producción de Elena Okopnaya donde más destaca esta irregular película, barroca y plagada de símbolos y detalles, aunque fuera su vestuario, más convencional, el que lograra el premio a la contribución artística en el Festival de Berlín. A este alegato contra el control del arte y la cultura, ese gran enemigo del totalitarismo al que ya hacíamos referencia con motivo de Obra sin autor, le falta soltura y cambios de registro. Mantiene todo el tiempo el mismo tono y ángulo de visión, anquilosando un trabajo cuyas más de dos horas agotan y no conducen a casi nada. Falta nervio y rabia en esta esmerada producción que partía con muy buenos ingredientes.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

JOY Pretty woman de mirada triste

Austria 2018 99 min.
Guión y dirección Sudabeh Mortezai Fotografía Klemens Hufnagl Intérpretes Joy Alphonsus, Marian Precious Sanusi, Angela Ekeleme Estreno en el Festival de Venecia 3 septiembre 2018; en Austria 19 enero 2019

Este año el Festival de Cine de Sevilla está apostando mucho por películas que nos hablan directamente del drama de la inmigración, especialmente importante ahora que los controles en Europa se han endurecido tanto, sobre todo en países como Austria, donde transcurre la durísima historia de dos mujeres, una de ellas jovencísima, obligadas a practicar la prostitución para pagar la deuda con quienes las han traído a occidente con la promesa de una vida mejor. La directora austriaca de origen iraní Sudabeh Mortezai apuesta por rodar la película con un estilo visual próximo al documental pero un tratamiento narrativo propio de la ficción, utilizando para ello a quienes parecen ser las protagonistas reales de esta trágica historia, o al menos han vivido una similar. El triste viaje arranca en Nigeria con un ritual entre supersticioso y religioso grabado con tanto realismo que uno se pregunta por qué todavía es necesario maltratar a los animales con todos los recursos técnicos y elípticos que hay para evitar tal sufrimiento. Vamos, que asistimos a una denuncia social para encontrarnos de partida con un atentado contra los animales, todo un contrasentido. Sirve este ritual salvaje para meter el miedo en el cuerpo a una joven a punto de emigrar, asegurándose así el pago de su deuda. Algo así como lo que ha hecho nuestra Iglesia durante siglos para controlarnos y mantener el poder. A partir de ahí las mafias y las madames, que antes sufrieron el mismo tormento, se aseguran de dominar a estas esclavas del placer, sin que el film escatime en situaciones duras e insoportables. Sólo hay una pequeña felicidad en el paradójico nombre de la protagonista, Joy (Alegría), y las reuniones de las explotadas viendo culebrones en la televisión o bailando al son de videos machistas de música pop africana. Incluso las familias de las desgraciadas prostitutas se aprovechan de su destino. Aquí no hay visita a una boutique de Rodeo Drive para mejorar la imagen, como en Pretty Woman, sino una visita al salón de belleza marginal del barrio para dar más glamour barato y hortera a la profesión más antigua y denigrante de la historia. Todo discurre así según las coordenadas habituales del género, hasta que llegamos a una terrible conclusión que no deja resquicio para la esperanza. Hubiésemos preferido que se cerrara con algo de luz, pues tratándose de un tema tan delicado y tan de actualidad, lo último que podemos hacer es condenar a sus víctimas a la oscuridad y la injusticia. Claro que de esta forma se menguaría la crítica que merece nuestra sociedad, a su hipocresía y su sinrazón, a ese equilibrio que nos hemos construido y que desde la comodidad de nuestra butaca no podemos ni queremos permitirnos perder.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

PEARL El culturismo como pretexto para un melodrama vacío 

Francia-Suiza 2018 82 min.
Dirección Elsa Amiel Guión Elsa Amiel y Laurent Larivière Fotografía Colin Lévêque Música Fred Avril Intérpretes Julia Föry, Peter Mullan, Vidal Arzoni, Arieh Worthealter, Agata Buzek Estreno en el Festival de Venecia 29 agosto 2018

Siete años después de dirigir su anterior y primer largometraje, la directora francesa Elsa Amiel centra su nuevo trabajo en una joven que se dedica al culturismo y participa en su primer gran concurso de esta disciplina. Habrá historias para contar en un mundo tan poco explorado cinematográficamente como éste que a la realizadora sólo se le ocurre una anodina historia de maternidad sin desarrollo ni emoción, llena de disparates y situaciones absurdas que ni enganchan ni alimentan nuestra curiosidad. El conjunto se queda en un discreto espectáculo visual, también en este sentido desaprovechado, y poco más. Supone la primera aparición en pantalla de una campeona del género en Suiza, Julia Föry, mientras el veterano Peter Mullan participa como entrenador y antigua estrella del culturismo que persigue con el triunfo de su alumna la gloria que desde hace tanto no disfrutaba. Pero su personaje, como el de ella y el de la ex pareja que aparece de repente para dar sentido a un argumento casi inexistente, apenas se definen, tan planos como el resto de la función. Sólo el niño que le endosan a la protagonista consigue sobresalir en un conjunto tan mediocre e intrascendental, con su mirada de ojos grandes y melancólicos.

Crítica de Pepe Serrano publicada en El Correo de Andalucía

SCARY MOTHER Trabajo muy bien planificado sobre la liberación de la mujer

Título original: Sashishi deda
Georgia-Estonia 2018 107 min.
Guión y dirección Ana Urushadze Fotografía Konstantin Esadze Música Nika Pasuri Intérpretes Nato Murvanidze, Ramaz Ioseliani, Dimitri Tatishvili, Autandil Makharadze, Anastasia Chanturaia, Lasha Gabunia, Luka Kachibaia Estreno en el Festival de Locarno 3 agosto 2017; en Estonia 4 mayo 2018

Hay adjetivos que se ponen de moda y se abusa de ellos, vengan o no al caso. Pero cuando surge algo que realmente lo merece nos damos cuenta del uso inadecuado que le hemos estado dando. La palabra transgresora cobra todo su significado y razón de ser cuando se aplica a una película como ésta, candidata a Discovery del año en los Premios Europeos del Cine y sorpresa absoluta en el actual panorama cinematográfico del continente. Con una joven debutante tras la cámara y el libreto, nos cuenta con un estilo narrativo y estructural fresco y diferente la historia de una madre y ama de casa cuya pasión es la escritura, pero la novela que ha engendrado no va a gustar a su familia ni a su entorno. Un esposo cretino y unos hijos que prefieren mirar para otro lado no son el mejor respaldo para alguien con una voz propia y un universo interior tan rico, especialmente cuando es a ellos mismos a quienes se está poniendo en evidencia. Hay tanta simbología en esta cinta que invita a pensar que no sólo se está hablando de la condición de la mujer, invisible y ninguneada, cuya historia no interesa porque molesta, sino que quizás se está haciendo también análisis de una determinada situación política y social, la que lleva a un país a sentirse dominado y por debajo de otro opresor. Puede que los entornos retratados en este lúcido y complejo film representen esos mundos tan distintos y antagónicos que necesitan de un puente para comunicarse. Espacios en ruinas que se dan la mano con negocios modernos y eficientes o cafeterías exquisitas. Una mujer que necesita transformarse en un monstruo para liberarse y dar sentido a su vida, igual que hay zonas geográficas que necesitan encontrar una entidad propia. ¿Nos habla entonces Ana Urushadze de violencia machista, de mujer oprimida o de países invadidos? Quizás de todo o puede que de nada de esto, ahí radica la grandeza de lo nuevo, lo diferente y lo transgresor, tan difícil de analizar en una columna escrita deprisa para ser leída a la mañana siguiente. De cualquier manera sus bondades se han sabido reconocer en Locarno, donde se estrenó y logró premios a la mejor ópera prima y del jurado joven, así como en Gijón, donde recibió los de mejor dirección y fotografía.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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