Dirección Wash Westmoreland Guión Richard Glatzer, Wash Westmoreland y Rebecca Lenkiewicz Fotografía Giles Nuttgens Música Thomas Adès Intérpretes Keira Knightley, Dominic West, Denise Gough, Fiona Shaw, Robert Pugh, Eleanor Tomlinson, Aiysha Hart, Dickie Beau, Al Weavedr, Ray Panthaki, Shannon Tarbet Estreno en el Festival de Sundance 20 enero 2018; en España 16 noviembre 2018; en Reino Unido 11 enero 2019
Colette, la famosa autora de la saga sobre Claudine y la novela sobre la aprendiz de cortesana Gigi, que fue convertida en suntuoso musical por Vincent Minnelli en la multioscarizada película de 1958, fue todo un icono del atrevimiento, la progresía y la transgresión incluso en un ambiente tan supuestamente libertino como el París modernista de transición entre siglos. Por eso mismo debería haber recibido un tratamiento igualmente atrevido. Wash Westmoreland, cuyo cine no se caracteriza precisamente por el recato, se muestra aquí sin embargo muy encorsetado y hasta puritano. Junto a su compañero inseparable ha dirigido películas como The Fluffer (El estimulador), que es un icono del cine gay, Quinceañera y Siempre Alice, por cuyo papel Julianne Moore consiguió el Oscar. Glatzer se reserva en esta película sólo el papel de guionista, mientras Westmoreland recrea de forma harto convencional y rutinaria una época y una vida sin llegar a transmitir la pasión y al excitación que tanto una como otra supusieron en su momento. El principal problema de la cinta es que no está trabajada en perspectiva, de forma que seamos capaces de verla con los ojos de sus contemporáneos, por lo que nada de lo que se cuenta supone para nosotros y nosotras un escándalo ni llegamos a comprender el alcance que llegó a tener su vida libre e independiente, que tan bien plasmó en sus libros y por lo que llegó a ser tan famosa. La película por el contrario se centra en su relación con Willy, su esposo y vampiro, que le hacía escribir para firmar él en una sociedad donde la mujer estaba tan poco valorada y ofrecía tan pocas garantías de solvencia. En este sentido es Dominic West quien triunfa incorporando a este encantador embaucador y manipulador, trabajando todos su perfiles tanto entrañables como maquiavélicos. Más convencional resulta Keira Knightley, que en sus escarceos lésbicos apenas acierta a mostrar un sincero interés por su mismo sexo. Todo es banal y superficial, incluso la selección musical que acompaña fiestas y comidas en restaurantes, donde no podía faltar Satie, Debussy, Gounod o Saint-Saëns. Muy académico, muy aseado y muy aséptico. Poca verdad en tanto metraje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario